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¿Cuánto pierde Cuba por la ineficiencia de su burocracia agraria?

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¿Cuánto pierde Cuba por la ineficiencia de su burocracia agraria?

Los productos que llegan al mercado o al Estado son solo el 43% de lo cosechado.

La comercialización de productos agropecuarios cubanos alcanza una cifra cercana a los $ 7000 millones (CUP) al año, es decir más de U$D 290 millones. La suma incluye a los Mercados Estatales, los de Oferta y Demanda, Puntos de Venta, Arrendados, Cooperativas y Carretilleros.

El aporte de los guajiros constituye una mínima parte de lo que el país necesita. Cuba compra en el extranjero el 75% de la comida y para ello gasta U$D 1900 millones al año. Las importaciones podrían ser menores pero la burocracia agraria pierde el 57% de las cosechas por ineficiencia.

Si los productos que llegan al mercado o al Estado son solo el 43% de lo cosechado, las perdidas por la incapacidad de quienes dirigen la distribución tienen un valor aproximado de U$D 165 millones al año, U$D 14 millones al mes. ¡Casi medio millón de dólares diarios!

Con ese monto de dinero se podrían comprar unos 5 mil tractores al año o importar más de 700 mil toneladas de fertilizantes. Con lo cual se aumentaría la producción de alimentos, reduciendo la importación, una de las principales metas del gobierno.

Si Cuba pudiera ahorrar esos recursos que se pudren junto a las cosechas y utilizarlos para adquirir leche, alcanzaría para unos 80 millones de kilogramos, suficiente para abastecer a cada cubano hasta la mayoría de edad.

Si se quisiera invertir en el trasporte de pasajeros lo que la burocracia agraria dilapida, sería posible adquirir anualmente unos 800 autobuses europeos nuevos, con lo cual en 10 años habría más buses en La Habana que antes de la crisis de los años 90.

Adelantándome a los que dirán que estos cálculos pueden ser exagerados, aceptaría dejarlos en la mitad y el resultado sería igual de escandaloso: perder U$D 400 mil diarios, el equivalente anual a 2500 tractores, 500 autobuses o 40 millones de kg de leche.

Constantemente el gobierno habla de ahorrar, pero protege a uno de los mayores despilfarradores del país, la burocracia agraria. El “mecanismo” utilizado para dirigir el trabajo del campo y distribuir las cosechas ha dado ya demasiadas muestras de incapacidad.

La prensa oficial intenta esconder, justificar o endulzar sus barrabasadas, pero a veces las pérdidas son tan grandes -miles de toneladas de tomates o de mangos podridos– que un periodista o un diputado rompen el “pacto de silencio” y se forma el escándalo.

El gobierno insiste en mantener ese “mecanismo” sin probar variantes, como un ministerio que se limite a apoyar al campesino o vender medios de transporte a los guajiros para que ellos mismos establezcan un sistema de distribución, sin intermediarios estatales ni privados.

El Ingeniero Agrónomo Fernando Funes es un ejemplo que pocos quieren ver, en sus tierras cultiva lo que el mercado le pide, tiene su propio sistema de distribución, logra salvar más del 90% de sus cosechas, paga mejores salarios y gana lo suficiente para vivir decorosamente.

No estamos hablando de un sistema de producción japonés sino de una pequeña finca ubicada en la salida de La Habana, de tierra pobre, llena de piedras y con poca agua. La burocracia agraria parece temer que el ejemplo de autonomía de Funes se extienda y les reste poder.

El Presidente Trump está cerrando el juego, volviendo a la vieja estrategia de generar miseria entre los cubanos, incluso podría llegar a ser más dura que antes de Obama porque ahora Washington cerró la válvula de la libre emigración a los EEUU.

En este contexto, dilapidar los recursos económicos que se dispone debería considerarse un delito contra la nación. Dejar pudrir los alimentos en los campos es además muy inhumano en un país en el que los ciudadanos de a pie tienen tantas dificultades para llevar la comida a su mesa.

Sin embargo, no se ha hecho público que se tomara ninguna medida con los dirigentes responsables de las pérdidas de las cosechas y los organismos de Estado encargados de la recogida y distribución siguen siendo los mismos que cada año sabotean la agricultura.

De poco servirán discursos y consignas pidiendo un mayor ahorro, aprovechar mejor los recursos, aumentar la producción o reducir las importaciones, mientras el gobierno no sea capaz de dar el ejemplo en un terreno tan sensible para la población como son los alimentos.

Tomado de: Blog Cartas desde Cuba. (Autor: Fernando Ravsberg)

 

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