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Éxodo del Mariel: la crisis migratoria que marcó la década de 1980 en Cuba

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Éxodo del Mariel: la crisis migratoria que marcó la década de 1980 en Cuba

A pesar del estigma inicial, los marielitos contribuyeron significativamente a la economía estadounidense

En 198, el dictador Castro anunció la apertura del puerto del Mariel para que los cubanos pudieran abandonar el país. (Captura de pantalla © Yasevids – YouTube)

En 1980, Cuba y Estados Unidos fueron testigos de uno de los eventos migratorios más significativos de su historia: el Éxodo del Mariel. Durante siete meses, más de 125.000 cubanos abandonaron la Isla en un movimiento masivo que cambió para siempre la relación entre ambos países y la dinámica de la comunidad cubana en el exilio.

El éxodo fue impulsado por el descontento generalizado con el sistema comunista de Cuba, la falta de libertades, la crisis económica y la represión política. Muchos cubanos veían en la emigración la única salida para mejorar sus condiciones de vida y escapar de un sistema que llevaba más de dos décadas en el poder.

El detonante inmediato del éxodo fue la crisis generada tras la irrupción de un grupo de cubanos en la Embajada de Perú en La Habana el 4 de abril de 1980, con la intención de solicitar asilo político. En un confuso incidente, un custodio de la embajada, Pedro Ortiz, recibió un disparo y falleció.

En respuesta, Fidel Castro retiró la seguridad de la embajada y permitió que cualquier ciudadano que deseara refugiarse allí pudiera hacerlo. En pocos días, más de 10.800 personas se aglomeraron en los jardines de la sede diplomática.

Ante la crisis, el gobierno cubano anunció la apertura del puerto del Mariel, a unos 40 kilómetros de La Habana, para que los ciudadanos pudieran abandonar el país. Asimismo, permitió que los exiliados en Miami enviaran embarcaciones para recoger a familiares y a cualquier cubano que deseara marcharse. Así comenzó una de las mayores oleadas migratorias en la historia de Cuba.

Entre abril y octubre de 1980, más de 125.000 cubanos zarparon desde Mariel hacia Cayo Hueso y Miami, en un éxodo masivo que representó aproximadamente el 1.3% de la población cubana, según el censo de 1981.

Entre abril y octubre de 1980, más de 125.000 cubanos zarparon desde Mariel hacia Cayo Hueso y Miami. (Captura de pantalla © Yasevids – YouTube)

Inicialmente, el presidente Jimmy Carter adoptó una política de “brazos abiertos”, otorgando la condición de refugiados a los marielitos. Sin embargo, la llegada masiva de inmigrantes generó tensiones en la opinión pública estadounidense, especialmente cuando se supo que entre ellos había expresidiarios y enfermos mentales. La crisis migratoria debilitó su imagen de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de 1980, en las que fue derrotado por Ronald Reagan.

El dictador comunista aprovechó la situación para vaciar las cárceles y hospitales psiquiátricos, enviando delincuentes y pacientes con enfermedades mentales en las embarcaciones rumbo a EEUU.

La cifra exacta de estos grupos es incierta, pero estudios posteriores, como los del ensayista y profesor Jorge Duany, revelaron que menos del 10% de los marielitos pertenecían a estos segmentos. A pesar de ello, el gobierno cubano y la prensa oficialista presentaron a los emigrantes como “indeseables, antisociales y anticubanos”.

El éxodo marcó un punto de inflexión en la política migratoria cubana. Miles de familias quedaron separadas por décadas, ya que el régimen impidió el regreso de los emigrados a la isla. Además, las restricciones en las comunicaciones agravaron el dolor de la separación, con cartas censuradas y llamadas telefónicas limitadas.

La propaganda jugó un papel clave en la percepción de los marielitos. En Cuba, el régimen los calificó de “escoria” y “delincuentes” para justificar su salida. En EEUU, la llegada de expresidiarios y enfermos mentales fue amplificada por la prensa, generando rechazo en algunos sectores de la sociedad. Sin embargo, con el tiempo, la comunidad exiliada logró integrarse y cambiar esa percepción.

A pesar del estigma inicial, los marielitos contribuyeron significativamente a la economía estadounidense. En Miami, su llegada generó una expansión del mercado laboral, especialmente en sectores como la construcción, la manufactura y los servicios. Muchos de ellos lograron establecer negocios y contribuir al crecimiento de la ciudad. Otras ciudades como Nueva York y Nueva Jersey también se beneficiaron de su integración.

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