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En casas colgantes: así es la peligrosa vida de los pescadores cubanos
“Aquí pescamos de todo: bacora, serrucho, dorado. No hay miedo, esto es lo que hacemos desde los 80”
Una comunidad de pescadores en Cuba ha llamado la atención por su peculiar estilo de vida, viviendo en casas colgantes sobre acantilados. Risco Alto, una pequeña comunidad ubicada entre la ciudad de Matanzas y el puente de Bacunayagua, se ha mantenido prácticamente desconocida, al punto de no aparecer en los mapas oficiales.
Después de semanas de investigación, el youtuber cubano JSant TV logró llegar a este remoto lugar para constatar algo increíble. Las viviendas están suspendidas sobre los riscos de piedra, sostenidas por cables metálicos y palos que parecen desafiar las leyes de la física. Los pescadores que habitan aquí aseguran que la estructura, aunque peligrosa, les permite acceder a las mejores zonas de pesca.
Los pescadores construyeron sus casas colgantes a lo largo de los acantilados para estar lo más cerca posible del agua y aprovechar las corrientes. La carretera de acceso es difícil de encontrar, y los residentes locales son los únicos que pueden guiar hasta el lugar.
Uno de los habitantes explicó que las casas están diseñadas con tablones, sostenidos por alambres de acero que resisten el peso de las estructuras. Aunque el riesgo es alto, las familias de pescadores han vivido allí desde la década de 1980, transmitiendo las técnicas de construcción de generación en generación.
“Tienes que tener cuidado al bajar, una caída desde aquí sería mortal. Este lugar es peligroso, pero es donde mejor se pesca. Es lo que hemos hecho siempre. Nosotros nos quedamos tres o cuatro días pescando, luego viene otro a ocupar el tablón”, aseveró un pescador.
La vida en Risco Alto no es fácil. Las casas, suspendidas a varios metros de altura, requieren constantes reparaciones para evitar accidentes. Los pescadores bajan por escaleras improvisadas y plataformas peligrosas para llegar al agua y pescar especies como la bacora y el dorado. Algunos de ellos pasan días completos en sus tablones, alternando con otros compañeros que se encargan de la pesca cuando la luna mengua.
“Aquí pescamos de todo: bacora, serrucho, dorado. No hay miedo, esto es lo que hacemos desde los 80”, explicó un residente en la zona.
A pesar de los riesgos, los residentes aseguran que estas viviendas les ofrecen acceso privilegiado a las mejores zonas de pesca. La vida en estos riscos está marcada por una rutina peligrosa, pero necesaria para mantener su sustento. Lo más sorprendente es que pocos cubanos, e incluso turistas, han oído hablar de Risco Alto.