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La Finca de los Monos y la controvertida Rosalía Abreu
Llegó a ser la reserva artificial de monos más grande del mundo en aquel entonces, conteniendo más de 200 primates de 40 especies diferentes
Patriota y Filántropa
Rosalía Abreu fue una figura controvertida y destacada de la clase adinerada en Cuba a finales del siglo XIX y principios del XX. Mujer hermosa, culta, refinada e inteligente, se destacó por su filantropía, generosidad y compromiso con diversas causas sociales.
Entre los logros de Abreu se incluye la financiación y equipamiento de la Escuela Técnico Industrial para Mujeres en Boyeros, que aún lleva su nombre. Además, su residencia en París, conocida como Casa Cuba, funcionó como albergue para estudiantes cubanos en la Universidad de La Sorbona, y apoyó numerosas causas sociales, financiando escuelas, hospitales y asilos para pobres.
Su amor por la patria también fue notable. Tras la muerte en combate del mayor general Antonio Maceo, ella y su hermana Marta enviaron una generosa donación de 100.000 pesos a la Delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York para apoyar la causa libertaria de la Isla.
‘Las Delicias’: conocida como la ‘Finca de los Monos’
Rosalía Abreu es principalmente recordada por su amor por los animales, especialmente los monos. Su finca en Santa Catalina y Palatino, ubicada en el municipio El Cerro, fue conocida popularmente como “La finca de los monos”, aunque su nombre oficial era “Las Delicias”.
La historia de este lugar comienza en 1873, cuando don Pedro Nolasco González Abreu, padre de las patriotas Marta González Abreu de Estévez y Rosalía Paula Caridad de la Luz González Abreu y Arencibia, compró 7 caballerías de tierra. Posteriormente, su hija Rosalía decidió construir una residencia en La Habana.
En esta finca, Abreu estableció un zoológico que se convirtió en el primero conocido en Cuba durante las primeras décadas del siglo XX. Albergó una sorprendente variedad de animales, que incluían monos como orangutanes y chimpancés, loros, papagayos, pavos reales, un oso pardo, un elefante y un tigre, entre otros.
Este espacio se convirtió en la reserva de monos más grande del mundo en aquel entonces, conteniendo más de 200 primates de 40 especies diferentes. Esta colección sirvió como base para importantes estudios antropológicos, siendo destacado el trabajo del profesor Robert Yerkes de la Universidad de Yale, quien en 1924 afirmó que “Las Delicias” había dado lugar al estudio antropológico más relevante realizado hasta ese momento.
La influencia de “La finca de los monos” trascendió incluso en el ámbito artístico. La bailarina estadounidense Isadora Duncan dedicó un capítulo a este lugar en sus memorias. En la propiedad de Abreu, los monos que mostraban signos de inteligencia eran tratados casi como humanos, vivían dentro de la casa, se les vestía y participaban en tareas domésticas como servir la mesa, abrir la puerta a invitados y lavar.
Su benefactora entrenó a tres generaciones de simios en su finca, donde muchos de ellos parecían entender el lenguaje humano y respondían al cariño. En 1915, en “Las Delicias” se logró el nacimiento del primer chimpancé en cautiverio a nivel mundial, al cual llamaron Anumá.
Según Jorge Oller en su libro “Cinco instantes en el paraíso de los monos” (2014), un día el custodio de la finca regañó a Anumá y el mono, enfurecido, le arrancó de un mordisco dos dedos de la mano izquierda. El guardián, en defensa propia, disparó al aire para pedir ayuda, pero el primate lo atacó de nuevo y el hombre se defendió disparándole. La bala penetró en el cuerpo del mono, pero no afectó órgano vital alguno, y los veterinarios decidieron no extraer el proyectil en ese momento. Dos años más tarde, una radiografía mostró que la bala se había desplazado hacia el corazón y se impuso extraerla. El animal no resistió la anestesia.
Abreu tenía una estrecha relación con los simios, especialmente con su mascota favorita, Jimmy, un chimpancé que la acompañaba en sus actividades diarias, incluso viajando en el asiento delantero del automóvil. Sin embargo, surgieron rumores y críticas, alimentados por la prensa sensacionalista, que sugerían relaciones inapropiadas con los simios, lo que contribuyó a que el espacio fuera conocido como “La finca de los monos”.
Rosalía falleció el 3 de noviembre de 1930, mantener la Finca de los Monos se volvió complicado, y pronto el lugar cayó en el olvido y el abandono. Sus animales fueron cedidos a centros de investigación, universidades, zoológicos y circos norteamericanos, marcando el fin de una era en “Las Delicias”. La enorme colección de monos fue transferida a la Carnegie Institution y al Jardín Zoológico de Filadelfia, que se llevaron todos los ejemplares.
Con el tiempo, la extensa propiedad fue vendida en partes entre los familiares de Rosalía. Así desapareció la Finca de los Monos, el primer zoológico de Cuba. A pesar de su desaparición, durante décadas en Cuba se siguió hablando de la mítica Finca de los Monos, atrayendo la atención de las autoridades cubanas, quienes reconocieron su valor histórico para los habaneros.
Palacio Tecnológico de Cuba
Como resultado, las autoridades tomaron la propiedad con el propósito de restaurarla y abrirla al público, permitiendo a los visitantes conocer el legendario lugar. Han tratado de conservar el sitio casi igual a como lo tenía Rosalía, añadiendo atracciones para adultos y niños. En los jardines de la finca, instalaron estatuas de monos que alguna vez se movían para deleitar a los visitantes. Sin embargo, algunas de estas estatuas se rompieron y actualmente permanecen sin funcionamiento, según comentan algunos vecinos de La Habana.
Para celebrar el 500 aniversario de La Habana, las autoridades buscaron revitalizar la Finca de los Monos. Construyeron el Palacio Tecnológico de Cuba, un lugar diseñado para el entretenimiento tanto de turistas como de habaneros. Además, se han conservado algunos elementos del primer zoológico de Cuba, como una manera de honrar a Rosalía y su Finca de los Monos.