NOTICIAS DE CUBA
Miguel Díaz-Canel: ni macho ni alfa, tan solo cachorro omega
La historia recordará a Díaz-Canel como el encargado de administrar la agonía de una dictadura que nunca pretendió ser una verdadera revolución
Miguel Díaz-Canel no es un caudillo en nada, sino el último títere de una dictadura en su fase final. (Imagen de referencia © Periódico Cubano – Grok)
Miguel Díaz-Canel intenta proyectar la imagen de un líder fuerte, el “macho alfa” de la llamada Revolución cubana, pero la realidad es que no es más que el designado por la dinastía de los Castro, un presidente sin verdadera autoridad que encarna la decadencia de un sistema agotado.
Su liderazgo es una construcción artificial, un espejismo sostenido por la maquinaria propagandística del Partido Comunista, mientras la nación se hunde en una crisis sin precedentes.
Díaz-Canel no es un caudillo en nada, sino el último títere de una dictadura en su fase final. No pasa de ser el cachorro omega de una manada de comunistas arrepentidos que se extingue mientras viven como burgueses. Su intento de proyectar una imagen de “mandatario de hierro” choca con la realidad de un país donde la población sobrevive a duras penas y donde el poder se mantiene a fuerza de represión y propaganda.
La imagen de Díaz-Canel como el “hombre fuerte” de Cuba no se sostiene ante un análisis crítico. A diferencia de los días en que Fidel Castro imponía su autoridad a través del carisma y el control absoluto del poder, el actual dirigente carece de liderazgo propio y de una visión que inspire a los cubanos. Su discurso está plagado de frases recicladas, de promesas vacías y de una desconexión alarmante con la realidad de la Isla.
Se presenta como el defensor de la Revolución, pero lo único que ha logrado defender es el status quo de privilegios para la cúpula dirigente, mientras el pueblo enfrenta hambre, miseria y represión. El pueblo cubano ha sido testigo de sus constantes berrinches públicos, reacciones de un hombre acomplejado que no tolera la crítica ni la oposición. Actitud más cobarde que la asumida ante las manifestaciones del 11 de julio de 2021, serían muy difíciles de encontrar.
Sus exabruptos en redes sociales y en discursos improvisados evidencian su fragilidad como gobernante. Al igual que su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, intenta imponer autoridad a través de la retórica agresiva y la persecución política, pero su falta de temple y liderazgo lo delatan. Su gobierno no es más que una administración torpe, sostenida por la inercia de un sistema que se niega a morir.
La creencia de que la Revolución cubana es indestructible es otro mito que se tambalea. La creciente emigración, el deterioro económico y la falta de legitimidad del gobierno evidencian que el modelo impuesto por los Castro hace décadas se sostiene sobre bases podridas. Los cubanos han perdido el miedo, y las protestas de los últimos años, desde el 11 de julio de 2021 hasta las más recientes manifestaciones por la falta de electricidad y alimentos, son prueba de que la gente ya no compra el discurso de la resistencia revolucionaria.
La historia no recordará a Díaz-Canel como el sucesor de Fidel y Raúl Castro, sino como el encargado de administrar la agonía de una dictadura que nunca pretendió ser una verdadera Revolución.