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Psicóloga de Matanzas impulsa un taller poco convencional
Preparándose para un taller educativo, se enfrentó a la falta de recursos esenciales para enriquecer las sesiones
La psicóloga Saradilis Gato trabaja incansablemente por educar a los adolescentes de su comunidad en Unión de Reyes, Matanzas, sobre los principios para una sexualidad saludable y libre de tabúes.
Preparándose para un taller educativo, Saradilis se enfrentó a la falta de recursos esenciales para enriquecer las sesiones y ofrecer un enfoque práctico y didáctico. Fue entonces cuando contactó a sus colegas en Estados Unidos, quienes respondieron con una iniciativa inesperada pero profundamente transformadora: una donación de accesorios.
La idea de utilizar accesorios en un contexto educativo puede parecer poco convencional, pero tiene un fundamento sólido tanto en la psicología como en la historia de la salud sexual. Lejos de ser simples objetos de placer, estos dispositivos representan herramientas terapéuticas y educativas que ayudan a desmitificar el cuerpo, explorar de manera responsable y empoderar a las personas a reconocer sus derechos sexuales.
Saradilis y sus colegas identificaron que estos recursos podían ser utilizados no solo para ilustrar conceptos básicos sobre anatomía y placer, sino también para abrir diálogos en un país donde el acceso a estos productos es limitado y estigmatizado.
“Hablar de sexualidad segura no solo significa prevenir enfermedades o embarazos no deseados, sino también reconocer el placer como un componente fundamental del bienestar”, explica Saradilis. Con este enfoque, se convierten en una herramienta para normalizar las conversaciones sobre el cuerpo y fomentar una relación más saludable.
Un poco de historia
En el siglo XIX, durante los primeros años del psicoanálisis, Sigmund Freud introdujo conceptos para describir el deseo o impulso como una fuerza motriz en la vida humana. Freud argumentó que la represión sobre estos temas podrían conducir a problemas psicológicos, una idea revolucionaria para su tiempo y que abrió la puerta a la exploración como un componente esencial del bienestar mental.
Curiosamente, los primeros dispositivos no surgieron como herramientas de recreo, sino como dispositivos médicos. A finales del siglo XIX, los médicos utilizaban vibradores para tratar la llamada “histeria femenina”, un diagnóstico ahora desacreditado que describía una amplia gama de síntomas relacionados.
Estos accesorios marcaron el inicio de una industria que con el tiempo evolucionaría hacia un enfoque más inclusivo y centrado en el bienestar sexual.
Hoy día, son reconocidos como herramientas que van más allá del placer físico, ayudando a combatir el estrés, mejorar la autoestima, y tratar problemas como la disfunción sexual o la anorgasmia, todo desde una perspectiva ética y profesional.
La Organización Mundial de la Salud en el tema
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la sexualidad como un componente esencial del bienestar integral. En este contexto, las psicólogas cubanas del proyecto ven en estos recursos una oportunidad para promover la educación sexual de manera innovadora, alcanzando no solo a adolescentes, sino también a mujeres adultas que buscan reconectarse en un contexto de carencias y estrés.
Las donaciones incluyen dispositivos recargables, seleccionados específicamente para adaptarse a las condiciones locales, como los apagones frecuentes y la falta de acceso a productos de calidad. Además, se acompañaron de materiales psicoeducativos que explican cómo utilizarlos de manera segura y beneficiosa.
La iniciativa no solo ha tenido un impacto práctico, sino que ha sido un gesto de solidaridad entre colegas. “En momentos de necesidad, el autocuidado y el bienestar no deben ser lujos. Queremos que estas herramientas sean un símbolo de empoderamiento y resistencia”, comentó a la redacción de nuestro medio Danelis Provenza, una de las donantes desde Estados Unidos.
La donación también ha generado interés en las comunidades aledañas, abriendo un diálogo sobre cómo la educación sexualidad pueden coexistir el respeto. “No se trata solo de un taller o de un objeto, sino de sembrar una semilla de cambio cultural”, añade Saradilis.