Arleen Rodríguez asegura que Alejandro Gil no se fue con “la cartera llena”

La actitud de la periodista del régimen castrista provocó una ola de crítica entre los cubanos. (Captura de pantalla © Prensa Latina – YouTube)

La vocera del régimen comunista y amiga personal de Miguel Díaz-Canel, Arleen Rodríguez Derivet, dijo en un programa de radio que Alejandro Gil Fernández, destituido como ministro de Economía y Planificación, no se iba de su cargo con las carteras llenas ni con autos de lujo y mucho menos tenían su casa con piscina como sucede en otros países.

“Los ministros que fueron revelados de sus funciones no se van con la cartera llena, ni en un Lamborghini, ni con una casa con piscina, como sucede en otros países”, refirió una de las fundadoras de la Mesa Redonda.

La flamante Premio Nacional de Periodismo dio esos criterios días antes de que se publicara una nota oficial donde se vincula al hasta entonces viceprimer ministro con “corrupción e insensibilidad” tras haber cometido “graves errores en su cargo”.

Sin embargo, desde que Gil Fernández fuera sacado como chivo expiatorio la comunicadora no ha vuelto a hablar del tema y mucho menos se ha dignado a realizar un trabajo de investigación para que el pueblo cubano conozca cómo fue que el ministro de Economía se benefició del cargo para actos de corrupción con el dinero de todos los cubanos. Más importante aún es conocer qué otros altos funcionarios están envueltos en la trama de corrupción.

La actitud de la periodista del régimen castrista provocó una ola de crítica entre los cubanos. Un comentarista expresó su incredulidad con ironía: “Por supuesto que no se van con las carteras llenas porque el dinero que se roban no cabe en ninguna cartera, ellos necesitan maletas para trasladar el dinero”. Este comentario destaca una percepción de corrupción y enriquecimiento ilícito que parece estar arraigada entre algunos sectores de la población.

Otro usuario fue más allá al cuestionar la integridad de Rodríguez Derivet misma, acusándola de ser “otra cara dura del gobierno” y sugiriendo que su defensa a Gil podría estar motivada por intereses ocultos. Este punto de vista resalta el descontento y la desconfianza hacia figuras gubernamentales y sus aliados en los medios.

Además, se critica abiertamente la postura de Rodríguez en el periodismo, describiéndola no como una periodista, sino como “una repetidora en automático” del discurso oficial. Lo anterior evidencia un profundo descontento con la falta de crítica y cuestionamiento hacia el gobierno por parte de algunos medios en Cuba.

Estos comentarios reflejan no solo opiniones sobre un incidente aislado sino un malestar más profundo con la situación política y mediática en Cuba, donde la percepción de corrupción y la desconfianza hacia las autoridades parecen ser temas recurrentes.