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Periódico Cubano

Malecón de La Habana: la avenida marítima más célebre de Cuba

HISTORIA DE CUBA

Malecón de La Habana: la avenida marítima más célebre de Cuba

El proyecto inicialmente fue encomendado al eminente ingeniero don Francisco de Albear

vista desde un edificio del malecón habanero

Vista actual del malecón desde un edificio cercano. (Foto: Periódico Cubano)

Muchos visitantes locales y foráneos pensarán que el malecón de La Habana siempre estuvo ahí, que siempre tuvo el mismo aspecto e, incluso, que la manera de nombrarlo ha sido la misma a través del tiempo. Sin embargo, en la historia de este símbolo por excelencia de la capital cubana han sido mayores las variaciones que las cuestiones incólumes.

Sin temor a equivocarnos, nos atrevemos a decir que la mayoría de los que han visitado La Habana conservan un bonito recuerdo del malecón, ya sea porque han disfrutado ahí de la soledad o la meditación, de contemplar un atardecer, de compartir una cita o de ver, desde la distancia, cómo rompen las olas del mar.

A nivel mundial existen muchos cortaolas, rompeolas o malecones que son las diferentes maneras de llamarle a la estructura costera creada para proteger de la acción del mar. La diferencia del uso entre los vocablos radica en si la zona es transitable o no.

El largo muro de concreto puro, desnudo, que se ha convertido en la avenida marítima más famosa de Cuba, tiene una historia que se remonta a 1819. Por ese entonces se le conocía como Avenida del Golfo y solo era un espacio de formaciones rocosas que permitían el acceso al mar.

Pese a aquellas condiciones, algunas familias se arriesgaban a bañarse. Por esas fechas, surge asociado a la idea del ensanche de extramuros, debido al vertiginoso crecimiento de la ciudad.

Para fines del siglo XIX, el litoral habanero seguía siendo inhóspito y le encomendaron el proyecto al eminente ingeniero don Francisco de Albear. Sin embargo, no es hasta inicios del siglo XX, durante el período de gobierno provisional norteamericano a cargo del general Leonard Wood, que se ejecutan las labores constructivas del primer trayecto: alrededor de unos 500 metros desde el Paseo del Prado hasta la calle Crespo.

Distintas etapas de mandatos en el gobierno de la República se sucedieron y todas estuvieron ligadas, de alguna forma, a la construcción del Malecón. De lo anterior se deriva también que, todas y cada una de estas prolongaciones llevaban implícitas variaciones en los proyectos, en los materiales empleados y en las estrategias trazadas.

Para 1909 se llegó hasta la calle Belascoaín. En 1916, hasta el torreón de San Lázaro. Entre 1921 y 1923, se extendió hasta la calle 23.

Durante la presidencia de Alfredo Zayas, la expansión requirió que el tramo desde la calle 23, pasando frente a la Batería de Santa Clara (Hotel Nacional) hasta la calle O, se separara unos 30 metros del litoral y se rellenara. Otras de las prolongaciones corrieron a cargo de Machado y su ministro de Obras Públicas.

En 1930 llegaba hasta la calle G o Avenida de los Presidentes. Finalmente, lo que se conoce como el último trayecto de la extensión del muro, ocurrió entre 1952 y 1955, bajo el mandato de Batista. Llegaba así el malecón a abarcar ocho kilómetros, desde el Castillo de la Punta hasta la desembocadura del río Almendares, donde se unen el túnel de Calzada, la Quinta Avenida y el torreón de La Chorrera.

Además de su ubicación privilegiada, de frente al mar, las edificaciones que están en sus cercanías le otorgan un valor agregado. Antiguas y modernas construcciones, hoteles, edificios, monumentos, parques, y el paisaje del otro lado de la bahía lo dotan de un encanto singular.

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