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Chernóbil a 35 años del desastre: los hijos de los sobrevivientes aún cargan con las consecuencias

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Chernóbil a 35 años del desastre: los hijos de los sobrevivientes aún cargan con las consecuencias

En el Centro de Tiroides de Minsk, Bielorrusia, los pacientes reciben tratamiento por los efectos destructivos de la radiación

Planta de Chenóbil

Un 26 de abril de 1986 tenía lugar el accidente nuclear de #Chernobil, el más grave de la historia, en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania, país que pertenecía en ese momento a la URSS. Sus consecuencias serían desastrosas. (Foto: @MarGomezH-Twitter)

La mañana del 26 de abril de 1986, un reactor en una central nuclear en el actual norte de Ucrania explotó y empezó a arder, desencadenando el que se convertiría en el accidente nuclear más mortal de la historia.

El fuego expulsó nubes inmensas de lluvia radiactiva que entró en los pulmones de las personas, se asentó en las casas, los campos de cultivo y los pastos del ganado, y se infiltró en sus alimentos. Leche, salami y huevos se habían convertido, en palabras de un ingeniero nuclear, en “un subproducto radiactivo”.

Desde entonces, los investigadores han vigilado la salud de las poblaciones que vivieron la catástrofe de Chernóbil, desde los habitantes de los pueblos cercanos hasta los “liquidadores” que limpiaron y construyeron un enorme sarcófago de hormigón en el lugar.

Casi 35 años después, un equipo internacional ha analizado los efectos genéticos de la catástrofe y los dos estudios resultantes han revelado nuevos detalles que brindan un poco más de tranquilidad.

El jueves pasado la revista Science publicó uno de los mayores estudios hechos hasta el momento, en el cual se disipó uno de los grandes temores, en donde se decía que los padres y madres expuestos a la radiación de Chernóbil puedan transmitir un exceso de mutaciones a los niños concebidos después de la exposición.

“Si hay una mutación perjudicial, será rara. No podemos afirmar que no vaya a ocurrir nunca, pero no lo consideramos una crisis común de salud pública”, explica el autor principal de ambos estudios, Stephen Chanock, director de la División de Epidemiología y Genética del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. “Creemos que (los hallazgos) deberían ser tranquilizadores”.

“Aunque el estudio… no puede excluir por completo que se produzcan tales efectos, de este trabajo se desprende que los riesgos son mucho menores de lo que se cree actualmente”, señala Robert Ullrich, vicepresidente de la Fundación para la Investigación de los Efectos de la Radiación, una cooperación entre Estados Unidos y Japón con sede en Hiroshima y Nagasaki. Ullrich no participó en los estudios».

Si se confirman estos resultados, creo que se justificarían grandes cambios en las estimaciones de «riesgo actuales”.

El otro estudio del equipo, también publicado en Science, examina la relación entre la lluvia radiactiva de Chernóbil y cientos de casos de cáncer de tiroides en las personas expuestas.

El trabajo proporciona nuevos detalles sobre cómo surgieron estos cánceres, pero los investigadores también descubrieron que los cánceres causados por la radiación no tienen ningún «biomarcador» único que los distinga.

Las dos investigaciones ponen de manifiesto cuánto ha mejorado el estudio del cáncer los avances más modernos en el ADN y la importancia continua de estudiar cómo afecta la radiación a la salud humana.

Por otra parte entre 2014 y 2018, un equipo dirigido por Meredith Yeager, investigadora del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, secuenció los genomas de 130 niños concebidos después del accidente y nacidos entre 1987 y 2002, así como los genomas de sus progenitores.

El estudio se centró en las familias en las que al menos uno de los progenitores había estado a menos de 70 kilómetros de Chernóbil o había trabajado como “liquidador” para limpiar el lugar.

Para comprobar si la radiación había afectado al ADN de los hijos, los investigadores realizaron un seguimiento de las mutaciones de novo, las pequeñas variaciones en el ADN de un niño que no están presentes en ninguno de sus progenitores biológicos.

Este tipo de mutaciones se producen de forma natural, ya que la maquinaria celular que copia nuestro ADN cuando se dividen las células —incluidas las que producen el esperma y los óvulos— comete errores.

De media, cada uno de nosotros es portador de entre 50 y cien de estas mutaciones aleatorias en nuestro propio genoma que distinguen nuestro ADN del de nuestros progenitores.

En principio, si la radiación hubiera afectado a los hijos, los investigadores esperarían ver más mutaciones en aquellos cuyos progenitores habían estado expuestos a mayores dosis de radiación.

Sin embargo cuando Yeager y sus colegas examinaron el ADN de las familias, no detectaron ninguna relación de este tipo. El factor que más influía en la cantidad de mutaciones de novo era la edad del padre.

No obstante los autores de los estudios y los expertos externos están de acuerdo en que queda trabajo por hacer, sobre todo para rastrear los efectos para la salud de la radiación de Chernóbil durante las próximas décadas.

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