El Teatro Tacón: joya y nostalgia cubana

En 1900, el Tacón sufre una gran pérdida. La llamada “araña”, una fastuosa lámpara que colgaba desde lo alto y la cual era admirada por todos aquellos que pisaban su suelo, se desplomó. (Imagen tomada de Wikipedia)

El Teatro Tacón, actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, fue considerado uno de los más afamados de la sociedad artística habanera del siglo XIX cubano, y uno de los mayores de América, ubicado en la Alameda Isabel II, hoy reconocida como Paseo del Prado, entre las calles San Rafael y San José.

Se construyó en el año 1834 por orden del entonces Capitán General de la Isla Miguel Tacón, el cual concibió la idea de la construcción de un teatro para neutralizar ciertos males visibles en la villa, lograr con algunas obras públicas desviar la atención de los criollos de la política represiva que aplicaba, y de esta forma obtener una apreciable fortuna y algunos títulos de nobleza. Para esto contó con el apoyo del catalán Francisco Marty y Torrens, quien era miembro de la camarilla de palacio y un negociante de dudosa ejecutoría, con una cuantiosa fortuna acumulada con la venta de pescado.

Lo que en un principio se nombró Teatro Nuevo, fue desde noviembre de 1837 Gran Teatro Tacón. Su aparición remplazó muy a prisa la presencia del que, hasta ese momento, había sido el espacio donde se presentaban artistas de gran renombre: el Teatro Principal.

El Tacón se inauguró el 28 de febrero de 1838 con un baile de máscara y funciones de ventrílocuos y magos, pero no fue hasta el 15 de abril de 1838 que abre sus puertas formalmente con la puesta en escena del drama de cinco actos Don Juan de Austria o la vocación de Delavigne por la compañía dramática de Rosa Peluffo.

La primera ópera que se interpretó en el Tacón fue Norma del italiano Vicenzo Bellini, el 6 de mayo de 1839, representada por artistas de la compañía de ópera que actuaban en el Teatro Principal. En ese mismo año, se cantó por esta compañía óperas como Lucía di Lammermoor, de Gaetano Donizetti y La sonnambula, del mismo Bellini.

A partir del año 1846, el Teatro Tacón pasó a ser sede de las compañías de óperas italianas y francesas y de zarzuelas españolas que venían constantemente a Cuba, no solo por sus características constructivas más modernas que los teatros que le antecedieron, sino porque el Teatro Principal se destruyó debido a las consecuencias del paso de un huracán. Justo en ese mismo año se estrena la ópera de Giuseppe Verdi, Ernani.

El Tacón fue escenario de estrenos de reconocidas obras del ámbito zarzuelístico español como Los diamantes de la corona de Francisco Asenjo Barbieri, El rey que rabió de Ruperto Chapí, Cádiz de Federico Chueca y El amor libre del español nacionalizado cubano José Mauri. De igual forma, también se interpretaron grandes óperas como las mencionadas anteriormente, además de las italianas Linda de Chamounix de Donizetti, Semiramide de Gaetano Rossini, Roberto il diavolo de Giacomo Meyerbeer y Hamlet del francés Ambroise Thomas.

Durante varias temporadas, el teatro mantenía la representación de obras ya puestas en escenas, sin el estreno de una nueva, hasta la presentación de compañías de paso en la Isla, las cuales ya llegaban con el montaje completo de sus piezas. El repertorio de ópera fue muy amplio, y a principios del siglo XIX tenía la particularidad de que estas funciones eran estrenadas en español.

Para la segunda mitad del siglo XIX, ya era notable la presencia de grandes músicos cubanos en la escena del Teatro Tacón, aunque todavía para esa etapa los intereses políticos de los cubanos predominaban ante los culturales.

Pero lo cierto es que tanto la repercusión social que tuvo el Teatro Tacón, como las expectativas que suscitó la representación de géneros tan gustados por los cubanos como la zarzuela o la ópera, hizo que compositores cubanos y extranjeros residentes dentro o fuera de Cuba se empezaran a interesar y a dedicar en conquistar estos nuevos géneros.

Tanto es así, que algunos de ellos ya para ese entonces habían escrito su primera ópera y otros más se inspiraron en óperas que hacían alusión a su patria, pero por sobre todas las cosas, mezclando sentimientos patrióticos y culturales, puesto que muchos de estos compositores ya estaban en búsqueda de crear una ópera nacional cubana.

Por razones de tipo económico, como un mal manejo del presupuesto que se destinó a la construcción del Tacón, en 1857 el teatro pasa a ser propiedad del Liceo de La Habana, lo cual no impidió que continuara creciendo en fama y prestigio.

En años posteriores, es adquirido por la Sociedad Anónima Tacon Realty Company de Nueva York por la suma de 300.000 pesos. En 1900, el Tacón sufre una gran pérdida. La llamada “araña”, una fastuosa lámpara que colgaba desde lo alto y la cual era admirada por todos aquellos que pisaban su suelo, se desplomó.

Con el inicio de la República, en 1902, el Teatro Tacón cambia su nombre por el de Gran Teatro Nacional, y en enero de 1909 pasa a manos del Centro Gallego para construir en él su Palacio Social. Durante los años 1907 y 1915, el inmueble es reconstruido bajo la obra del arquitecto belga Paul Beleu hasta convertirse en lo que actualmente se conoce del teatro.

El 22 de abril de 1915, reabre sus puertas bajo el nombre de Gran Teatro Nacional, con una puesta en escena de Aida, de Verdi, por la compañía de Adolfo Bracale.

A partir del 1959, tras la llamada revolución, es nombrado Gran Teatro Estrada Palma; posteriormente, en 1981, Gran Teatro García Lorca; en 1985, pasa a denominarse Gran Teatro de la Habana. Desde enero del 2016, es reconocido como Gran Teatro Alicia Alonso y sigue siendo expresión de belleza, virtuosismo y escenario de grandes acontecimientos tanto nacionales como internacionales.