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La revolución digital de Cuba

Es inútil intentar contener el rio de información que circula por internet construyendo diques. La nación ganaría si esos recursos se dedicaran a enseñar a los cubanos a navegar, dándoles las herramientas que les permitan sortear hasta la más engañosa de las corrientes.

En estos días me puse a ver una serie de “El Paquete” y me encuentro con un capítulo de Black List escenificado en la isla. Una visión muy estadounidense de Cuba, con una violencia colombiana, policías corruptos al estilo mexicano y una miseria haitiana.

Pensé en la paradoja de mantener un costoso aparato de censura obsesionado con la vigilancia de la TV, las películas, el teatro y los videoclips filmados en Cuba, mientras en los hogares se les cuelan series como esta, que comparten adultos, adolescentes y niños.

La pelea por controlar los materiales culturales, informativos y de esparcimientos de los cubanos está ya perdida. Quienes se dedicaron durante décadas a esta cómoda tarea deberían reciclarse en algún otro oficio con más perspectivas de futuro.

El 60% de los universitarios ya lee en formato digital y más de la mitad no visita las bibliotecas, según un documento del Parlamento. El vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, Edel Morales, estima que el 90% de los jóvenes leerá en pantallas en 2020.

Voy a internet y en el portal comercial cubano Porlalivre encuentro anuncios que ofrecen “Venta de todo tipo de libros digitales – Sea Ud. quien lea lo mejor!!! – Conozca los nuevos y buenos autores que están saliendo en la actualidad, no lea solo los que ya conoce”.

Pero los funcionarios ideológicos no se dan por enterados, siguen vigilando y prohibiendo. Cuentan diplomáticos extranjeros que en las ferias del libro todavía recorren los stands prohibiendo ejemplares, incluso algunos escritos en otros idiomas.

Cuba vive una revolución tecnológica con nuevos fenómenos que convierten en caducas las viejas respuestas. Seguramente, cuando el Papa pidió que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba, no imaginó que este proceso se desarrollaría en el ciberespacio.

Las nuevas tecnologías de la comunicación ponen al alcance de los cubanos todos los libros, la prensa y los programas de esparcimiento sin que nadie pueda impedirlo. Solo queda confiar en que 5 décadas de desarrollo educacional y cultural no fueron en vano.

Prohibir es ya imposible desde que el gobierno, actuando con bastante sabiduría, autorizó a los cubanos el uso de celulares, les permitió el acceso a internet, creo zonas WIFI por todo el país, legalizó “El Paquete” y dejó el encono contra las antenas parabólicas.

Ahora solo se puede apostar por crear mecanismos que permitan a los ciudadanos utilizar todo lo aprendido para analizar el mundo de una forma crítica, para que no devoren ideas sin masticar, para que no se conviertan en consumidores pasivos.

Desde la primera educación habría que enseñar a pensar y no a repetir lo que nos dicen. Que sea cantera de una universidad en la que el hombre valga más por sus propias observaciones que por las aprendidas, tal y como enseñaba José de la Luz y Caballero.

Se podría apostar por una televisión más educativa, lo cual no necesariamente quiere decir aburrida. Una TV en la que se retomen los programas de crítica de cine o literaria, donde no existan temas tabús y lo único prohibido sea la censura y la superficialidad.

¿El problema –o tal vez debería decir la ventaja? – es que es imposible desarrollar un espíritu crítico en la ciudadanía y limitarlo solo a lo que viene de fuera. Irremediablemente, esa mirada profunda servirá también para analizar lo que sucede dentro de las fronteras.

Entonces las reuniones de rendición de cuentas del delegado serán verdaderas asambleas de debate popular. Y en las sesiones parlamentarias habrá diferentes criterios sobre cada tema, sabiendo que la unidad de una nación se teje con las hebras de la diversidad.

Las agujas del reloj avanzan inexorablemente y cada día la censura es más ineficiente. Con una simple VPN o con los Proxy se puede perforar mil veces el más férreo de sus bloqueos, sin que nadie tanga capacidad real de tapar tantos agujeros al mismo tiempo.

Es inútil intentar contener el río de información que circula por internet construyendo diques. La nación ganaría si esos recursos se dedicaran a enseñar a los cubanos a navegar, dándoles las herramientas que les permitan sortear hasta la más engañosa de las corrientes.

Tomado de: blog cartasdesdecuba (autor Fernando Ravsberg)

 

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