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Cuando de muñequitos rusos y cubanos se trata

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Cuando de muñequitos rusos y cubanos se trata

Se despiertan entonces recuerdos de una época donde no habían tablets, smartphone y mucho menos Internet

Bolek y Lolek Munequitos rusos

Bolek y Lolek no eran rusos, sino dos personajes de dibujos animados polacos de la serie de televisión de comedia animada infantil del mismo nombre. (Captura de pantalla © La Década Prodigiosa En Cuba – YouTube)

Las nuevas industrias culturales hacen que inevitablemente vaya quedando atrás lo que en su momento pueda ser nuestro mayor entretenimiento o deleite. Ahora se consume mucho más veloz, lo que antes podía permanecer por un prolongado período en el top ten de nuestra preferencia, hoy puede ser reemplazable con una facilidad tremenda.

Es así, estamos expuestos a tanta información, que no podemos escapar al fenómeno. Sin embargo, existen clásicos que siempre marcan, y que me rebata si no tengo razón, un cubano nacido entre el 70 y los 90: cuando se hable de los animados que acompañaron a cada niño y adolescente de esa época, me atrevo a decir que muchos apelarán a la nostalgia.

Al pensar en “Bolek y Lolek”, en el conflictivo lobo con estilo setentero de “Deja que te coja” o en el más criollo de todos: Elpidio Valdés, siempre hay quien se remonta a un millón de pasajes de la infancia, acorde al panorama de cada quien, obviamente.

Se despiertan entonces recuerdos de una época donde no habían tablets, smartphone y mucho menos Internet, pero de alguna manera se era más feliz, y luego de mataperrear al salir de la escuela, o no, se esperaba con ansias aquella única tanda de una hora donde aparecían todos estos personajes que ya en nuestros días son figuras museables. Frases a toda voz, desde «Empezaron los muñequitos» hasta la más amenazante: «Si no te bañas y comes, no hay muñequitos» retumbarán en nuestros oídos haciéndonos vivir inevitablemente una especie de deja vu.

Contando actualmente con todos los dispositivos y una superproducción de materiales audiovisuales con valores estéticos totalmente diferentes, hay quien le cuesta desprenderse  de aquellos simpáticos animados, y como un exquisito coleccionista atesora en un disco duro toda una selección de aquellas joyitas que provenían del «cálido y estrecho» vínculo con la Unión Soviética, ¿y por qué no? También nuestra propia producción, que también dio lugar a ingeniosas creaciones.

Cada etapa tiene su encanto, y renegar el presente solo terminaría por convertirnos en seres inadaptados. La nostalgia siempre estará ahí, y siempre habrá algún elemento que se encarguen de hacerla revivir, como de igual forma existen condiciones y recursos para hacer perdurar eso que ya quedó en el pasado.

No me resultaría extraño que un niño de esta época prefiera ver Matojo o Deja que te coja antes que cualquiera de las más elaboradas producciones de Pixar, por ejemplo. Estoy segura de que tiene unos padres que no se pudieron resistir a mostrarle lo que a ellos les hizo feliz hace muchos años. Y si no me creen, aquí tienen la prueba.

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