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PERIÓDICO CUBANO

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¿Por qué no debes felicitar a las mujeres este 8 de marzo?

MUNDO

¿Por qué no debes felicitar a las mujeres este 8 de marzo?

El Día Internacional de la Mujer no es una celebración, es el recordatorio de una lucha que sigue en pie

Como cada 8 de marzo, el día comienza con las felicitaciones que nos llueven por todos lados. En redes sociales, en publicidad, en medios de prensa y hasta en escuelas.

La respuesta siempre debe ser cortés. Apelo a la cortesía cuando las personas tienen buenas intenciones, pero tampoco está de más “alumbrar” un poco la senda de la ignorancia que tiene a personas de ambos sexos y todos los estratos dando felicitaciones.

Y es que en los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo desde varios ángulos por visibilizar que el Día Internacional de la Mujer, pese a lo que se predica en muchos lados, no es una fecha de celebración, sino de conmemoración. ¿Y cuál es la diferencia? Ah bien, explico.

En una celebración hay un festejo, se valen las felicitaciones porque es una fecha “feliz”, en la que, como su nombre lo indica, se celebra algo.

La confusión viene principalmente de que muchas personas ven a la mujer como un “regalo” —y no los culpo—, y creen que esta fecha es para celebrar su existencia. Por lo tanto, buscan festejar a “la creación más divina”, a “la compañera ideal” o —la peor que me he encontrado por ahí— “la divina costilla”, que vino a iluminar este mundo con belleza, ternura, encanto y otro sinfín de atribuciones estereotípicamente femeninas.

Pero no.

Una conmemoración, por otra parte, es el reconocimiento de un hecho/fecha/suceso, que marcó algo importante y por lo que se tiene respeto. Que se recuerda, pero no con aire de júbilo, sino de solemnidad, por haber tenido consecuencias que hacen que lo tengamos presente en la actualidad.

Quizás para entender esto habría que remontarnos a los orígenes de esta conmemoración. ¿Qué se “celebra” (conmemora) exactamente en esta fecha?

Orígenes del 8M

Si bien la lucha por los derechos de las mujeres ha existido desde hace más de 100 años, y se manifestó paralelamente en diferentes lugares del mundo y de diversas formas, hay una razón por la que este día se convirtió en símbolo de esa lucha.

El hito lo marcó la huelga de trabajadoras de la fábrica textil Cotton, en 1908, y las terribles consecuencias que tuvo para ellas como personas, aunque sirvió para abrir los ojos del mundo —un poquito, al menos—.

En ese año, más de 40 mil costureras en Estados Unidos se declararon en huelga, para protestar por las pésimas condiciones laborales que enfrentaban.

Hacía meses que habían pedido condiciones de trabajo dignas, que incluían una jornada laboral de “solo” 10 horas —dos más del máximo legal actual—, un salario justo y equitativo, y tiempo suficiente para amamantar a sus bebés a lo largo del día.

Ni una sola de las demandas fue escuchada, por lo que más de 140 trabajadoras se atrincheraron en la fábrica textil Cotton, en Nueva York, misma que fue incendiada intencionalmente la noche del 8 de marzo de 1908.

El crimen estuvo bien planeado y buscó silenciar a las trabajadoras, por lo que las salidas habían sido bloqueadas y las 140 fallecieron en el incendio.

La chispa que encendió ese acto tan bajo fue lo que logró que, tras años de intentos, en 1910 se propusiera esta fecha para conmemorar la lucha por los derechos de las mujeres.

Fue en 1911 que la fecha se celebró por primera vez y, sin embargo, pasaron décadas, hasta 1975, para que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamara la fecha de manera oficial a nivel internacional.

La fecha no es para celebrar a las mujeres “por existir” o, en su defecto, celebrar la existencia de las mujeres -esta última es un poco peor porque ni siquiera son ellas el depositario de la “gratitud” por su propia existencia-, sino para conmemorar una lucha que continúa hasta la fecha y para reflexionar en la mejor manera de apoyarla.

¿Pero qué buscan las mujeres el 8 de marzo?

Ahora en pleno siglo XXI, en un momento en el que las mujeres ya podemos votar, trabajar, asistir a la escuela —al menos en la mayor parte del mundo—, muchos individuos —no necesariamente hombres— parecen creer que hemos satisfecho todas nuestras necesidades básicas y por ello ya no tenemos derecho a exigir nada.

Pero no.

A pesar de que, en efecto, el suelo está “más parejo” de lo que por supuesto estaba a principios del siglo pasado, todavía permanecen diversas situaciones, ideas y sistemas que nos alejan de la equidad verdadera entre hombres y mujeres.

Cada región del mundo lidia con una lucha distinta. En Europa y Estados Unidos, por ejemplo, está la brecha salarial, mientras que, en ciertas regiones de Asia, las mujeres todavía no tienen derecho a estudiar.

En el caso de Latinoamérica, nos tocó jugar en “nivel intermedio”, por decirlo de algún modo. Además de las diferencias laborales, que no solo incluyen el salario, sino las condiciones y naturaleza del mismo, nuestra necesidad más imperiosa en la actualidad es la erradicación de la violencia, en todas sus formas.

Violencia física, psicológica, sexual, vicaria, feminicidios… Usted nombre. La violencia es una constante en la vida de las mujeres del continente, y la cuestión horrorosa es que, de verdad, ningún país escapa a ella.

En mayor o “menor” grado —entrecomillado porque ya no debería existir—, pero todos los países lidian con feminicidios, violencia doméstica, cultura de la violación y la cuna de todo: un machismo tan afianzado a las raíces culturales latinas que ha logrado trascender fronteras para unificarnos en lo que somos hoy día, una región violenta.

¿El Día Internacional de la Mujer es una fecha exclusiva para las mujeres?

No.

Para erradicar el machismo —que en todas sus manifestaciones afecta a ambos sexos, aunque a veces lleve un poco más de reflexión entender por qué— es necesaria la participación de todos. Las mujeres pueden “pecar” de ser machistas, pero los hombres pueden apoyar al entender y empatizar, dispuestos a cambiar los patrones que nos perjudican a todos.

Los pasos necesarios para acabar con este mal son muchos y son grandes. Pero también hay pasos pequeños, y uno de ellos es reconocer este día y utilizarlo para ser autodidactas; para abrir nuestra mente y corazón a reconocer que, tal vez, no sabemos todo y podemos aprender más, empatizar más y conocer más de las circunstancias que viven las mujeres a nuestro alrededor y en otras latitudes.

Reflexionar en las raíces de los problemas de violencia y en qué acciones concretas —por pequeñas que sean— podemos realizar en orden de terminar con ellas.

Uno de los grandes retos es entender, de manera general, que las mujeres son individuos, y que como tales, son diferentes, no todas reaccionan igual y no todas tienen las mismas condiciones para librar ciertas circunstancias.

Informarse sobre qué tipos de violencia existen, qué las causa y —algo muy importante— no cuestionar a las víctimas, sino entender por qué se les considera de esa forma, puede ser un primer paso.

Una vez familiarizados con la violencia, decidir activa y conscientemente no ser un agresor y cortar los lazos con aquellos que sabemos que son agresores, puede ser el segundo.

Hoy se hace necesario recordar que las decisiones políticas empiezan por la convicción, y en este caso, también por la empatía.

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