OPINIÓN
Ahora le tocó al pan: de la escasez a la ausencia casi total
Hoy le tocó al pan. ¿Mañana qué será? ¿El agua? ¿El aire? La historia no absolverá esta ignominia

El régimen ya no puede ni garantizarle a la mayoría de los cubanos lo más básico de la dieta alimentaria: el pan. (Captura de pantalla @ Nauris Vlogs – YouTube)
Aún resuenan las palabras de Raúl Castro pronunciadas con solemnidad en uno de esos congresos huecos del Partido Comunista: “Hay que producir leche para que cualquiera se tome un vaso de leche”. De eso ha pasado más de una década y, en lugar de avanzar, Cuba ha retrocedido a pasos agigantados. No solo no hay leche, ni siquiera para los niños, sino que el país entero se ha sumido en una escasez estructural donde hasta lo elemental —el pan— comienza a desaparecer.
La caída del pan
La reciente noticia que estremece a los cubanos es que el pan normado solo se garantiza para niños menores de 13 años. El resto de la población queda fuera, incluso ancianos, enfermos crónicos o embarazadas.
¿Cómo puede un país justificar semejante nivel de precariedad? ¿Cómo puede un régimen que se proclama “humanista y socialista” dejar sin pan a su gente? La respuesta es simple: ineficiencia estructural, corrupción rampante y un sistema que ha muerto, aunque aún camine.
El peso de una moneda inútil
En Cuba, producir un peso cuesta más que su valor real. El peso cubano (CUP) ha perdido todo respaldo económico. Al cierre de abril de 2025, el dólar en el mercado informal supera los 370 CUP, mientras el salario promedio mensual ronda los 3.000 CUP, lo que equivale a menos de 10 dólares mensuales. En esas condiciones, ni siquiera comprar un cartón de huevos (que cuesta entre 4.000 y 5.000 CUP) es posible para la mayoría.
El peso no compra, ni representa valor. El Banco Central no tiene respaldo en divisas, y la inflación crece descontroladamente. En palabras del economista cubano Elías Amor Bravo, “el sistema monetario en Cuba es una farsa sostenida por represión y propaganda”.
De azúcar, sal y viandas: el desmantelamiento del agro
Cuba fue uno de los mayores productores de azúcar del mundo. En 1958, Cuba exportaba más de 6 millones de toneladas de azúcar al año. Hoy, la zafra 2024-2025 no alcanzará ni 350 mil toneladas, insuficiente incluso para abastecer el consumo interno. Según cifras oficiales del grupo Azcuba, más del 70% de los centrales azucareros están fuera de servicio.
La sal, que se obtenía fácilmente de las salinas naturales del país, ahora también escasea. Las viandas —malanga, yuca, boniato— ya son artículos de lujo en los agromercados. El desabastecimiento es total y constante, y la única explicación es la destrucción del aparato productivo, causada por un modelo que impide la autonomía campesina, penaliza el libre comercio, y asfixia la iniciativa individual.
El pan: símbolo de la subsistencia
El pan normado, que otrora era básico, hoy es un símbolo de decadencia. Una pequeña unidad al día por persona era lo único seguro para muchos hogares. El anuncio de su reducción solo para menores de 13 años no solo es indignante: es una confesión de derrota del modelo socialista cubano.
Según el Ministerio de la Industria Alimentaria, la falta de harina de trigo, problemas logísticos y de financiamiento externo impiden garantizar la producción. Sin embargo, las panaderías para el turismo y los hoteles cinco estrellas siguen abastecidas. La desigualdad es evidente: la revolución de los humildes ha creado una casta privilegiada que come bien mientras el pueblo pasa hambre.
Descaro, cinismo y complicidad
¿Cómo es posible tanta ineficiencia? ¿Cómo puede explicarse este naufragio moral y económico? La respuesta está en el tejido podrido del poder cubano: una élite desconectada de la realidad, sostenida por oportunistas, burócratas, represores y aduladores.
Los cuadros del Partido —muchos sin méritos, solo con lealtad— acceden a mercados en dólares, a privilegios ocultos, a misiones en el exterior que les permiten ahorrar. Y mientras tanto, el cubano común se ve obligado a sobrevivir con migajas, colas infinitas y el miedo constante.
El descaro llega al punto en que estos mismos funcionarios son capaces de guiñar un ojo, aplaudir en público y después negociar por la izquierda para sobrevivir. La doble moral se ha institucionalizado.
El legado de la infamia
Cuba ha pasado de ser un país agrícola y exportador a una economía parasitaria, que vive del envío de remesas, del turismo limitado y de la represión como método de control. La llamada revolución se ha convertido en una empresa de poder, donde ya no hay principios ni metas, solo control, censura y hambre.
No se puede hablar de errores. Lo que ocurre en Cuba no es un accidente, sino el resultado inevitable de un sistema fallido. Un modelo que, al no poder garantizar ni pan, ni leche, ni azúcar, ni sal, solo puede ofrecer represión, discurso vacío y desvergüenza. Hoy le tocó al pan. ¿Mañana qué será? ¿El agua? ¿El aire? La historia no absolverá esta ignominia.
