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Béisbol revolucionario cubano: show de distracción y represión política

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Béisbol revolucionario cubano: show de distracción y represión política

Ahora sale Bruno Rodríguez denunciando “actos de hostilidad” hacia el equipo Cuba

Coliseo romano

«Pan y circo» es una frase que refleja la estrategia de ofrecer a la población alimentos y entretenimiento con el fin de distraerlos de los problemas políticos y sociales. (Foto © Periódico Cubano)

Desde la antigua Roma, los emperadores y sus partidarios supieron entender que los espectáculos sociales generaban distracciones políticas para los grupos descontentos. La puesta en práctica de esta estrategia quedó reflejada en la expresión «pan y circo», por la manera en que ofrecían a la población alimentos y entretenimiento con el fin de distraerlos de los problemas políticos, sin importar el costo económico.

Las dictaduras comunistas, aunque adoptaron esta estrategia con mejores o peores resultados, tardaron en comprender la importancia política que jugaron los gladiadores y las bestias del Coliseo romano.

La Unión Soviética, hija de la Revolución de Octubre de 1917, no envió una representación al Comité Olímpico Soviético hasta el año 1951, cuando decidió participar por primera vez en la cita de Helsinki 1952 (Finlandia). Allí se coronó en 22 eventos y consiguió 30 medallas de plata y 19 de bronce, para quedar en el segundo lugar del medallero, solo por detrás de los Estados Unidos (40-19-17=76). Había llegado la Guerra Fría al deporte, y ganarle a los yanquis universitarios simbolizaba que el socialismo era superior al capitalismo.

En lo adelante, los sucesivos gobiernos soviéticos nunca dejarían de potenciar el «marketing deportivo». En la URSS se construyeron estadios, complejos deportivos, escuelas especializadas, se desarrolló el talento de sus atletas, los conocimientos de sus entrenadores y la perspicacia de sus científicos en el arte del dopaje. ¿Qué mejor publicidad para el socialismo que un campeón olímpico o mundial?

Los resultados no se hicieron esperar y cuatro años después, en Melbourne 1956, quedaron primeros en el medallero general por países. Los comunistas ganaron tanto como perdieron y alternaron lugares con los EE. UU. en la mayoría de los eventos.

Los momentos de máxima tensión se podrían establecer entre 1972, durante el duelo ajedrecístico entre el retador Bobby Fischer y el entonces campeón mundial Boris Spassky, que a la postre ganaría el norteamericano; y el boicot con inasistencias de uno u otro país a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984.

El caso cubano: “Mejor que hablen de deporte y no de política”

Las necesidades deportivas que forma natural tenía la sociedad cubana en 1959 fueron sobrealimentadas por la ideología comunista. Cuba tenía que tener campeones mundiales y olímpicos para demostrar, al igual que la URSS, la superioridad de su modelo económico-político-social al mundo.

Las inversiones del régimen en el sector del deporte, con tecnología y asesoramiento soviético, fueron tan radicales como las que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) hicieron en el ejército. El profesionalismo era eliminado y en su lugar dejaron la mentira de que sus deportistas eran “amateur” y que solo practican el deporte como entretenimiento y no como fuente principal de sus ingresos.

Cartel estadio Latinoamericano

El show de desatención principal, el pasatiempo nacional como ellos mismos reconocen, tiene que continuar. (Foto © Periódico Cubano)

Las necesidades deportivas que de forma natural tenía la sociedad cubana en 1959 fueron sobrealimentadas por la ideología comunista. Cuba tenía que tener campeones mundiales y olímpicos para demostrar, al igual que la URSS, la superioridad de su modelo económico-político-social al mundo.

Las inversiones del régimen en el sector del deporte, con tecnología y asesoramiento soviético, fueron tan radicales como las que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) hicieron en el ejército. El profesionalismo fue eliminado y en su lugar dejaron la mentira de que sus deportistas eran «amateurs» y que solo practicaban el deporte como entretenimiento y no como fuente principal de sus ingresos.

El gobierno cubano construyó complejos deportivos sin sentido en cada pueblo, no con una finalidad recreativa real, sino como la distracción política que necesitaba para que el pueblo alejara su vista de los verdaderos problemas que enfrentaba la Isla.

Jamás se dejó de jugar pelota en Cuba, ni tan siquiera en los peores momentos del Periodo Especial. El país en ruinas podía detener la producción de sus fábricas por falta de materias primas, el transporte y hasta la generación de energía por escasez de combustible; pero el circo de la Serie de Béisbol no podía parar. El show de desatención principal, el pasatiempo nacional como ellos mismos reconocen, tiene que continuar.

Las glorias deportivas, sin menospreciar su talento, se convirtieron sin su consentimiento en defensores de una ideología comunista. Y si no seguían los «principios socialistas», eran separados de sus equipos. Se politizó cada strike o jonrón del juego.

Ahora sale Bruno Rodríguez denunciando «actos de hostilidad» hacia el equipo Cuba durante la primera semifinal del V Clásico Mundial de Béisbol en Miami, como si vender cervezas en un estadio fuera la principal preocupación del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) o como si no ocurriera en la mayoría de los recintos deportivos del mundo.

Sobre las ofensas a los peloteros que representaron al equipo Cuba, los limpiabotas del régimen se atreven a recomendar la «expulsión inmediata, citación, arresto u otras consecuencias legales», sin mencionar que el Latinoamericano es la capital de las ofensas en el deporte cubano, tan solo un poco por delante de los terrenos provinciales.

Pedro Luis Lazo y Yulieski Gurriel fueron algunas de las víctimas a estadio lleno en múltiples ocasiones, con un sobrenombre que no quisiera repetir. De la misma manera, los jugadores de Industriales fueron el blanco de muchas ofensas cuando disputaban un partido fuera de su campo.

El canciller y su Ministerio de llorones se quejan de cómo se politizaron las interrupciones de tres jóvenes que quisieron enviar un mensaje al pueblo, pero jamás han explicado por qué al estadio provincial de Guantánamo se le puso el nombre de Nguyen Van Troi, un guerrillero comunista vietnamita condenado a pena de muerte luego de intentar asesinar al secretario de Estado de los Estados Unidos, Robert S. McNamara, durante una visita a Vietnam del Sur.

Al gobierno cubano le conviene fomentar y seguir regalando entradas para su circo romano, no porque le importe el deporte o la recreación del pueblo, sino porque es un instrumento ideal para promover su «superior modelo socialista» y justificar el fracaso revolucionario de Fidel y su camarilla.

Patria y vida joven con bandera

Una joven expone con orgullo su repudio a la dictadura de La Habana. (Foto © Periódico Cubano)

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