Cuba se queda sin Cardenal ¿Y ahora qué sigue?

Ante el lamentable fallecimiento de Monseñor Jaime Cardenal Ortega, obispo emérito de Arquidiócesis de La Habana, la iglesia católica en Cuba retorna a un escenario en el que estuvo durante varios siglos. Ahora surgen numerosas dudas entre la feligresía antillana respecto a cuál es el protocolo a seguir tras este hecho.

En primer lugar, es necesario aclarar que la distinción de Cardenal es el título honorífico más elevado que un obispo de la iglesia católica pueda recibir como reconocimiento por sus labores pastorales dentro de una diócesis de alguna nación, el cual es otorgado exclusivamente por el papa en ejercicio.

En tal sentido, un cardenal debe ser un sacerdote que ya haya recibido la ordenación episcopal y que, durante el ejercicio de su obispado, haya destacado de tal manera por sus palabras y acciones que el mismo Sumo Pontífice decida honrarlo con esta distinción especial con la que se hace parte del conocido “Colegio Cardenalicio” del cual surgiría el futuro papa en el momento en que sea requerida su escogencia.

Aunque ya es bastante responsabilidad y compromiso el solo hecho de participar en un cónclave para escoger a un posible papa, y además poder ubicarse entre los elegibles para ello, realmente los obispos que son reconocidos como cardenales no tienen mayor jerarquía u obligaciones eclesiásticas que las mismas que le competen como obispo.

A lo largo de la historia, la iglesia católica se ha caracterizado por el hecho de que tras la ausencia de alguno de los jerarcas inmediatamente surge alguien que lo suceda; no obstante la premura de esta sucesión va variando según la urgencia que se tenga en el cumplimiento de una responsabilidad.

En el caso de Cuba, a pesar de que se estaría quedando sin la figura que la represente ante un posible cónclave en el Vaticano ahora mismo no existe un motivo de urgencia para que se realice un nombramiento inmediato de otro cardenal; muy distinto al caso que se presenta ante el fallecimiento del Pontífice.

Es por ello que la elección de un nuevo purpurado para la Isla, ocurrirá únicamente cuando el Santo Padre lo considere necesario y será otorgado al obispo que este desee reconocer al honrarlo con este especial nombramiento.

Al momento de que el Papa deba elegir un nuevo cardenal, y en consecuencia un posible candidato para que lo suceda, este toma en consideración lo mucho o poco que pueda conocer la obra del obispo, siempre confiando en el criterio de la persona que esté ocupando el puesto de Nuncio Apostólico en un país ya que desde su cargo puede observar de manera más cercana las virtudes de los que ejercen el episcopado; en el caso de Cuba sería Bruno Musaró.

Existen algunos países en los que por tradición, la llegada de un nuevo obispo a una diócesis o arquidiócesis específica define su inmediato nombramiento como cardenales, tal es el caso de las arquidiócesis de las ciudades capitales, la Arquidiócesis de Guadalajara (México) y algunas diócesis en España; no obstante durante el pontificado del Papa Francisco esta tradición se ha ido perdiendo ya que él ha preferido tomarse muy en serio el decidir a qué obispos honrará en nombre de la Iglesia, no por derechos sino por méritos.

Actualmente, la iglesia católica en Cuba cuenta con 12 obispos que trabajan activamente a lo largo de todo el país; destacándose el desempeño de Monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez quien ha sucedido muy bien a Monseñor Ortega como obispo de la Arquidiócesis de La Habana, dirigiendo desde la fe a la feligresía, en uno de los momentos más duros del país en los últimos tiempos.