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Periódico Cubano

El mafioso Meyer Lansky y su imperio en La Habana

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El mafioso Meyer Lansky y su imperio en La Habana

Su cerebro y sus aportes económicos jugaron un rol fundamental en varios de los centros destinados para el juego

Meyer Lansky Gangster

Meyer Lansky tuvo la visión de que La Habana se convertiría en un relevante destino y decidió invertir para luego obtener ganancias millonarias. (Captura de pantalla © Myjewishlearning – YouTube)

Hubo un tiempo en que uno de los mafiosos más célebres de la historia, Majer Suchowliński, conocido como Meyer Lansky, había consolidado un imperio en la capital de Cuba. Su cerebro y sus aportes económicos jugaron un rol fundamental en varios de los centros destinados para el juego. Los casinos del Hotel Nacional, Riviera y Capri fueron, en gran medida, orquestados por el nacido en la Rusia pre soviética.

Con el fin de la II Guerra Mundial, el capo que tenía las riendas de las operaciones en Cuba era Charles “Lucky” Luciano, quien también controlaba, con la ayuda de Fulgencio Batista, varios casinos en la mayor de las Antillas.

Mientras, Lansky comenzó a presentir que La Habana se convertiría en uno de los destinos turísticos más atractivos de Latinoamérica y decidió colocar dinero en inversiones para luego obtener ganancias millonarias. En 1957 llega la primera buena noticia para él: inaugura el Hotel Riviera junto a Batista. Detrás de la construcción estaba el capital del mafioso.

Todo había comenzado unos años antes, en la década del cuarenta. El militar y político le había ofrecido al hombre radicado en EEUU la oportunidad de controlar hipódromos y casinos en la capital. El gobernante, como era lógico, sacaría su tajada al tiempo que su amigo se enriquecía con los resultados de las inversiones. Ambos saldrían ganando.

No obstante, los intereses de Lanksy tuvieron que pasar a otro nivel si quería mantener sus influencias. Hay pruebas de que en 1952 le propuso a Carlos Prío una cifra de 250 mil dólares con el objetivo de que Batista volviera a tomar las riendas del poder. Este último, al parecer, para recompensar aquel gesto de su amigo, le ofreció 25 mil dólares al año por actuar como una especie de ministro de apuestas.

Además de lo anterior, con la idea de que proliferara el juego, Fulgencio cambió las leyes de apuestas y llegó el momento en que no era necesario saber de dónde procedía el dinero que era invertido en los casinos.

En medio de ese contexto, Lansky repara y acomoda a su manera el cabaret Montmartre, ubicado en la calle P, esquina a Humboldt. Paralelamente, piensa en echar a andar un lujoso casino en el Hotel Nacional, algo que también concretaría al poco tiempo. Con lo que recaudaba con estos, el Hotel Riviera y el Capri —donde tenía a su hermano cuidándole las espaldas—, las arcas del mafioso fueron engrosando su tamaño.

En los últimos días de 1958, Meyer se jactaba de los 3 millones que habían ido a parar a su bolsillo, provenientes del hotel que inauguró junto a Batista en 1957. Pero en la víspera del año que se avecinaba, varias de sus propiedades fueron saqueadas. Pocas horas antes de la entrada de Fidel en la capital del país, Lansky tomó un vuelo a Bahamas. Luego, el presidente Manuel Urrutia cerraría los casinos.

Sus experiencias de bonanza en La Habana, quiso trasladarlas hacia Santo Domingo, República Dominicana. Con la muerte del gobernante de ese país, Rafael Leónidas Trujillo, los negocios no prosperaron. Un periódico estadounidense llegó a calcular su fortuna en 300 millones de dólares.

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