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Periódico Cubano

Julio Lobo: el Rey del Azúcar y su imperio en Cuba

HISTORIA DE CUBA

Julio Lobo: el Rey del Azúcar y su imperio en Cuba

En los últimos años de la República, mostró su postura contraria a la administración de Batista y donó cincuenta mil pesos a una organización de oposición al régimen

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Julio Lobo nació en Venezuela y, cuando tenía un año, llegó a La Habana con su familia. (Foto incrustada con HTML © Ricardo Gonzalez – Facebook)

Durante los años de la República, varios personajes lograron conseguir un elevado estatus social gracias a sus participaciones en sectores de peso en la economía cubana. Uno de ellos fue Julio Lobo —quien sería conocido luego como el rey cubano del azúcar—, una de las figuras más prominentes de la burguesía nacional.

Nació en Venezuela y, cuando tenía un año, llegó a La Habana con su familia. Su padre trabajaba en uno de los bancos más importantes de ese país sudamericano y pronto se convirtió en uno de los jefes de la entidad. Comenzó a tener problemas en su tierra natal luego de que se negase a realizar un préstamo al entonces mandatario, Cipriano Castro, y terminó encarcelado.

Al quedar en libertad, decidió que era el momento de marcharse a buscar nuevos horizontes que lo alejaran de futuros problemas. Fue a parar a Nueva York y, como funcionario de la North American Trust Company, fue destinado a la sede de la empresa en la capital cubana. En la mayor de las Antillas, esa sucursal se convertiría en el Banco Nacional de Cuba.

Debido a la posición económica de sus padres, el hijo, Julio Lobo, fue a estudiar a Estados Unidos y se graduó de Agronomía. A su vuelta a Cuba, empezó a regentar Galbán, Lobo y Compañía, el negocio familiar. Es en ese momento cuando comienza la construcción de un imperio azucarero.

El joven pronto se convirtió en uno de los hombres más ricos del país: fue dueño de dieciséis centrales azucareros, una corredora de azúcar, veintidós almacenes, un banco, una agencia de radiocomunicaciones, una naviera, una compañía de seguros, una aerolínea y una petrolera. En el mercado internacional del azúcar era más que conocido y llegó a ser el vendedor más importante del mundo en ese sector.

Era poseedor de una biblioteca sobre temas de ese ramo que fue considerada la mejor y más abarcadora de Cuba y, quizás, también, del planeta. Fue, además, un gran coleccionista de arte: tenía copias de Da Vinci, Miguel Ángel, Goya y otros pintores icónicos. Tenía en su poder objetos y documentos pertenecientes a Napoleón.

Varias fuentes aseguran que su fortuna pudo ascender a los 85 millones de dólares, con activos que se montaban en los cien. Durante varios años fue respetado entre las élites de poder debido a su patrimonio, pero nunca decidió involucrarse en la política, ni quiso que su nombre apareciera en las secciones sociales de revistas y periódicos: era, sencillamente, un hombre adicto a su trabajo.

En los últimos años de la República, mostró su postura contraria a la administración de Batista y donó cincuenta mil pesos a una organización de oposición al régimen. Se dice que la mitad de ese dinero fue a parar a las arcas del Movimiento 26 de Julio. Llegó a pensar, luego del triunfo revolucionario, que los rebeldes tenían una deuda con él y deberían ayudarlo a mantener su estatus.

Durante la etapa de las nacionalizaciones, el Che le propuso que se quedase al frente de sus centrales mientras sus bienes pasaban a manos del Gobierno. Cobraría un salario proveniente del Estado. Julio no aceptó y decidió salir del país. Se fue en 1960 a vivir a Nueva York y su poderío disminuyó notablemente. Falleció en 1983 y se dice que sus riquezas, para aquel entonces, no superaban los 200 mil USD.

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