“Las paredes se estaban cayendo”: alumna de escuela dañada por la explosión del Saratoga

María Abigail, de siete años, es una de las alumnas de la escuela primaria ‘Concepción Arenal’, que sobrevivió a la explosión del hotel Saratoga, ocurrida este seis de mayo.

“Yo me asusté mucho”, recordó la pequeña que cursa el segundo grado. “Quería buscar a mi hermano, pero él estaba en su aula y las paredes estaban cayendo. Vi entonces a algunos niños que tenían la espalda raspada, unos aquí, otros acá”, dijo mientras tocaba varias partes de su cuerpo para ilustrar sus palabras.

“Pensaba que iba a perder a mi amiguita, hasta que la vi”, afirmó la niña al periódico Granma, que también conversó con los padres de la menor. Ellos creyeron que el “corazón se les salía” cuando escucharon la explosión; temían que la escuela de sus hijos se hubiese derrumbado.

Arisnorbis Gondres, padre de María Abigail, y su esposa salieron disparados hacia el centro educativo, y decidieron buscar por lugares diferentes. “Vimos primero a la hembra, y al varón después, porque los muchachos de su aula salieron por la puerta de atrás, que se había caído, y decidieron apartarla para socorrerse”, contó el hombre.

“El varón tenía la camiseta llena de polvo y con algo de sangre, pues lo había tocado un niño que había sufrido heridas en las manos con un cristal”, recordó. Como la mayoría de los cubanos sobrevivientes o con algún familiar y/o amigo lesionado durante el siniestro del hotel Saratoga solo puede pensar en que “estamos sanos. Mis niños están sanos y no les sucedió nada”.

Camila Moros, estudiante de sexto grado, es otra de las sobrevivientes al siniestro. Sobre la fatídica mañana recuerda que de pronto todo se volvió un caos: “vio a su amigo Leo, con un hilo de sangre en la cabeza, a una niña paralizada por el terror y a otros dos cogidos de las manos. Vio a su maestra salir de entre la espesa calina, con un brazo muy lastimado y gritado a los niños que salieran por la escalera metálica hacia el segundo piso”.

Ella contó al periodista Jorge Sariol que el edificio temblaba y “veía con mucha dificultad a los de otras aulas también corriendo a la escalera. Ya abajo, con heridas en la cabeza, en los brazos o las piernas, distinguió a varios, en medio del polvo, aún flotando en todas partes; escuchaba el llanto de los que cree que eran de preescolar y sobre todo a los maestros gritar ¡Sigan bajando, sigan bajando, a la calle, por la puerta de al lado!”.