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Los oficios que debido a la escasez solo existen en Cuba

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Los oficios que debido a la escasez solo existen en Cuba

Desde rellenadores de fosforeras, limpiador de calderos o reparador de paraguas…

viandero ambulante

Vendedor ambulante en La Habana (Foto: Periódico Cubano)

Sin lugar a dudas Cuba es un país sui generis, no solo por sus bellezas naturales y su condición de insularidad, sino por la obstinada persistencia del régimen que controla desde hace más de seis décadas la isla de mantener un sistema social completamente ineficaz.

Producto de esta tozudez han surgido en la isla un grupo de profesiones que tratan de pailar la crónica escasez e ineficiencia económica que abarca a lo largo y ancho de todo el país.

Desde rellenadores de fosforeras, limpiador de calderos o reparador de paraguas y anteojos existen una variedad de labores que solo perviven en Cuba.

Omnipresentes en cualquier calle de la isla, unos pregonan sus servicios de cuadra en cuadra en bicicleta o carrito y otros sacan el taller a la puerta de su casa, pero todos tienen algo en común: la clientela no les falta, porque en la isla no se tira nada.

Luis García tiene 59 años. Desde hace quince se dedica a limpiar y devolver su esplendor a calderos, ollas y sartenes tan ennegrecidos y cubiertos de capas y capas de residuos que en cualquier otro país habrían ido directos al vertedero.

En una entrevista con la agencia EFE, García manifestó que esta «es una manera de luchar, de buscarse la vida honradamente y de ayudar al pueblo que no se puede comprar muchos calderos, porque la economía no da pa’ tanto».

Otro ejemplo clásico de reutilización hasta el infinito son los encendedores o mecheros, llamados en Cuba «fosforeras».

Las manos de Marcel Lescan, de 43 años, siempre están en movimiento. Es el «rellenador de fosforeras» de La Copa, una concurrida zona comercial del barrio de Miramar, en el oeste de La Habana.

Allí tiene Lescan su carrito, en el que trabaja resguardado por un parasol y ofrece servicios que van de los 5 a los 25 pesos (entre 20 centavos y un dólar) e incluyen el rellenado de gas, cambio de la piedra o diferentes arreglos del mecanismo.

«Para estas cosas hay que nacer. Ahora yo pongo un ingeniero mecánico aquí y él no me hace todas estas cosas, ni sabe por dónde se va el gas, yo de solo ver y tocar la ‘fosforera’ sé lo que tiene», asegura este profesional mientras se fuma un cigarrillo sin que parezca preocuparle la posibilidad de salir volando por la cercanía de los envases de gas líquido desplegados en su mesa.

La grave crisis que atraviesa Cuba ha agravado el desabastecimiento intermitente que siempre ha sufrido el país caribeño.

El Estado tiene el monopolio de los comercios y por la escasez de divisas, que ha mermado su capacidad de importar productos, hoy no es capaz de responder a la demanda de un sinfín de artículos cotidianos, desde bombillas hasta paraguas.

Durante años y sobre todo en la última década, el mercado negro ha cubierto estas carencias. Pero en este momento debido a la pandemia del coronavirus hay vigente una severa limitación de vuelos que afecta precisamente a los países a los que habitualmente viajan cientos de cubanos -conocidos como «mulas»- para comprar los productos que revenden en la isla, como México o Panamá.

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