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Papa Francisco acepta la renuncia del tataranieto de Carlos Manuel de Céspedes como obispo de Matanzas
Manuel Hilario de Céspedes García-Menocal había solicitado al Vaticano su retiro de las actividades eclesiásticas
El máximo líder de la Iglesia Católica, el papa Francisco, aceptó la renuncia del obispo de Matanzas, monseñor Manuel Hilario de Céspedes García-Menocal, quien solicitó el fin de sus actividades eclesiásticas mediante una carta dirigida al Vaticano.
Céspedes García-Menocal, tataranieto del Padre de la Patria, fallecido en combate en 1874, agradeció al Santo Padre por la “colaboración” brindada “durante los años que he estado al frente de la Diócesis», y dijo estar seguro de que «continuarán colaborando en la nueva situación”.
El mensaje del religioso, de 78 años, quien en los últimos meses ha estado enfermo, fue dirigido a los sacerdotes, diáconos, seminaristas y fieles de la Diócesis de Matanzas, a quienes comunicó que está ubicado – desde el 18 de marzo- en la iglesia La Milagrosa, de la ciudad de Matanzas.
Según el sacerdote, allí ha sido acogido “fraternalmente”. Al mismo tiempo, reiteró que pese a las dificultades de salud, pueden contar con él si en algo puede servir.
De acuerdo con la Conferencia de Obispos Catolicos de Cuba (COCC), el obispo matancero es el hermano menor de Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal, fallecido en 2014 y quien fuera vicario general de La Habana, vicario episcopal de Marianao-Oeste, y párroco de la iglesia de San Agustín, en el barrio de Almendares, de La Habana.
Monseñor Manuel Hilario estudió en el Colegio de los Hermanos Maristas. A principio de los años sesenta emigró a Puerto Rico, donde se graduó como Ingeniero Electrónico. Entró al Seminario para las vocaciones de adultos de Caracas en 1966. En la capital venezolana, ejerció el sacerdocio por 12 años.
Tras su regreso a Cuba en 1984, fungió como párroco de La Caridad, Minas de Matahambre y San Francisco de Asís. En el año 2002, fue nombrado canciller de la diócesis y vicario General. Hasta su nombramiento, era también asesor de la Comisión diocesana para la Cultura y del “Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa”.
