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Díaz-Canel vuelve a excluir del diálogo gremial a artistas e intelectuales no oficialistas

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Díaz-Canel vuelve a excluir del diálogo gremial a artistas e intelectuales no oficialistas

Será imposible avanzar en la construcción de un país democrático e inclusivo mientras el gobierno se mantenga renuente a oír las opiniones de todos

Se reune Díaz-Canel con intelectuales cubanos

Díaz-Canel escoge cuidadosamente artistas e intelectuales con los que dialogar. (Captura de pantalla © Canal Caribe – YouTube)

El sitio oficial de la Presidencia de Cuba publicó hoy un informe sobre la reunión entre Miguel Díaz-Canel y más de una veintena de intelectuales y artistas, a la que nuevamente no fueron invitados aquellos creadores que sostienen un pensamiento contrario al orden político vigente, y que reclaman un espacio legítimo de diálogo.

Esta reunión forma parte de los debates que cada mes realiza el mandatario con un grupo escogido de intelectuales y artistas, en el Palacio de la Revolución, para dar seguimiento a los acuerdos del IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba de 2019, así como opinar sobre temas actuales de la cultura cubana.

Aunque el mandatario no permitió la asistencia de aquellos intelectuales que abogan por la libertad de creación y el cese de la opresión política, dedicó un espacio para calificar las acciones que buscan un cambio positivo en la industria cultural, un diálogo entre todas las partes.

A lo anterior se refirió como «el ataque que actualmente se gesta hacia la institucionalidad del país, el cual tiene como punta de lanza, precisamente, al Ministerio de Cultura».

Díaz-Canel insistió en que la intelectualidad cubana está unificada en un mismo sentir, obviando una vez más, con toda intención, la variedad de opiniones políticas, sociales y culturales que existen al interior del gremio de artistas e intelectuales, como reflejo de lo que sucede en todo el país, y que el gobierno convenientemente se niega a reconocer.

Desde la doble moral característica de encuentros de este tipo, el presidente y algunos de los creadores cuidadosamente seleccionados para asistir, hicieron mención del «carácter siempre crítico del arte cubano», que dicen es impulsado precisamente por el gobierno y sus instituciones mediante el «diálogo permanente».

Nadie mencionó la censura y represión que viven quienes dirigen su crítica hacia el orden actual de las cosas en el país, ni la falta de diálogo al interior del gremio con esa otra cara de la moneda, cuyos derechos son pisoteados constantemente.

También se dedicó un espacio para debatir sobre el «linchamiento mediático hacia quienes defienden la Revolución en redes sociales y espacios públicos, y de la valentía de quienes insisten en hacerlo, a pesar de los costos».

Pero tampoco nadie hizo alusión a la serie de difamaciones que la prensa oficialista está dirigiendo en los últimos tiempos contra periodistas, artistas y escritores que trabajan para medios alternativos de comunicación. Difamaciones tan risibles como la de mencionar que estas personas cobran por su trabajo, como cualquier trabajador, incluidos ellos mismos.

Nadie mencionó lo absurdo de catalogar como «mercenario», como «pagado por el imperialismo», a todo el que ejerce una crítica punzante contra el gobierno, ya sea que pertenezca a un medio de prensa alternativo o que simplemente haga libre uso de las redes sociales para divulgar su obra, su pensamiento.

Nadie habló de los despidos, los arrestos arbitrarios, los actos de repudio, las amenazas, la violencia psicológica e incluso física contra muchos creadores en la isla, solo por pensar diferente, por reclamar de forma pacífica los derechos constitucionales que el gobierno pondera o ignora en dependencia de quien se trate.

Como toda reunión carente de sentido más que el de cumplir con una imagen de gobierno que «dialoga» con sus artistas e intelectuales, se planteó la necesidad de renovar «viejos esquemas», anclados en «tiempos pasados».

Pero las pocas soluciones que se proponen siguen engavetados y nada cambia verdaderamente, porque no existe la voluntad política de cambiar.

Mientras el gobierno mantenga su narrativa gastada e incongruente de siempre, mientras permanezca reticente a oír las opiniones de todos, seguirá la desconfianza hacia un gobierno hipócrita, manipulador y represivo, que impide avanzar en la construcción de un país democrático e inclusivo.

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