¿Volverá la producción de cítricos a la Isla de la Juventud?

En un nuevo capítulo de la demagogia comunista, el gobierno  cubano, afirma que el programa de producción de cítricos será una potente fuerza para desarrollar la economía de la isla.

Es bueno recordar que la toronja pinera, introducida en la entonces Isla de Pinos a inicios del siglo XX por colonos de Estados Unidos, tenía el privilegio de ser la primera en entrar al mercado internacional antes que la de otros productores del área. A casi 60 años de «Revolución» y después de varios planes de desarrollo integral todo está destruido. Ahora vuelven con una promesa más, como tantas otras.

Según la prensa oficialista, se trabaja en el programa citrícola, incluido en el Plan de Desarrollo Integral (PDI) del Gobierno en la Isla de la Juventud, que deberá rendir sus primeros frutos en 2020, cuando se cumpla la siembra de unas 2 000 hectáreas. Hasta ese momento esperan que la siembra, el mantenimiento, la atención cultural y la cosecha de la toronja se conviertan en partes inseparables de la vida de los que residían en este territorio.

Los pineros y cubanos en general añoran volver a probar uno de aquellos jugos de toronja fríos que vendían en todos los establecimientos de la gastronomía, así como los sabrosos dulces acompañados con queso rallado.

El deseo del estado, reporta Juventud Rebelde, es «rescatar las tradiciones y preservar la identidad. Convertir de nuevo el cítrico en un fondo exportable es una de las prioridades de la agroindustria dentro del PDI, ya que existe un mercado añorante».

«Hoy contamos con el financiamiento para ese empeño y ya existen los estudios de factibilidad desde las plantaciones hasta la industria, además de tener el personal con experiencia en el procesamiento del cítrico y a profesionales capaces de dirigir el programa», dijeron al rotativo las autoridades encargadas, quienes además reconocieron que es en el campo donde más problemas existen.

En un comentario, una usuaria de la web, identificada como «Mary», dice: «esperemos que, después de tantos años de abandono, florezcan los naranjos. En los 80 en las escuelas al campo yo la sembré y la coseché. Era la mejor de las meriendas; apenas cogíamos catarro gracias a ella».

Con información de Juventud Rebelde