El debate presidencial y la farsa mediática

El encuentro llega después de que el presidente Joe Biden tuviera un desempeño cuestionado en el debate de junio. (Imagen de referencia © Periódico Cubano – Grok)

Es necesario aclarar, desde un punto de vista ético, que lo ocurrido en el debate presidencial del pasado martes fue lamentable. La parcialidad de los moderadores resultó vergonzosa y sucia, lo que amerita una investigación para evitar que situaciones similares se repitan. Es evidente que tal comportamiento influyó negativamente en uno de los participantes, en este caso, Donald Trump.

Sin embargo, no puedo alinearme con cierta prensa que irresponsablemente presenta a Kamala Harris como ganadora del debate, asumiendo un éxito que, en mi opinión, no se sostiene. Algunos especialistas en lenguaje corporal han señalado que sus posturas fueron claramente estudiadas, rígidas, y pretendían proyectar una superioridad que no se reflejó en el contenido de sus intervenciones.

La forma en que alguien se presenta en un debate es sin duda de interés para un análisis integral, pero lo más importante es la esencia del contenido. Al final, lo que realmente cuenta en una contienda por convencer al electorado es la sustancia, los hechos, y la presentación de un programa sólido. Nadie puede ganar un debate presidencial solo con gestos y sonrisas. Se necesita algo más profundo: propuestas serias que muestren un plan concreto para revitalizar a un país que actualmente enfrenta dificultades, en gran medida debido a las políticas fallidas del dúo Biden-Harris. Y esto, en el caso de Kamala, no se vio en absoluto.

Se hicieron preguntas inquisitivas a Trump, pero incluso mientras respondía, los moderadores lo interrumpían, no permitiéndole terminar sus respuestas. Mientras tanto, fueron condescendientes e incluso colaboradores con la actual vicepresidenta norteamericana. Este trato desigual afectó claramente al expresidente.

Un momento clave del debate fue cuando se le preguntó a Kamala Harris sobre la situación económica actual: ¿Estamos mejor hoy que hace cuatro años? En lugar de responder, Harris se desvió con una larga exposición que evitó abordar el tema directamente. Sorprendentemente, ningún moderador insistió en que diera una respuesta clara, lo que le permitió evadir la pregunta. La realidad es que no podía responder, porque la economía hoy está en crisis: inflación, desempleo, precios inalcanzables… un verdadero desastre. Los moderadores no solo permitieron esto, sino que fueron cómplices de tal evasión, lo que indignó tanto a Trump como a los televidentes.

Otro tema crucial fue la inmigración, una verdadera tragedia nacional causada por el mal manejo de la frontera, por donde han ingresado ilegalmente más de 21 millones de inmigrantes. Trump la desafió directamente: “¿Por qué no has puesto fin a este caos fronterizo en los casi cuatro años que llevas en el gobierno? Eres la vicepresidenta, ¿por qué no corres a la Casa Blanca y firmas una ley para resolver esta tragedia?”. Nuevamente, Harris no respondió y se desmarcó de las políticas de Biden, mientras los moderadores guardaban silencio cómplice.

Es importante recordar que Trump ya fue presidente, y durante su mandato no hubo guerras, la economía creció significativamente, y el PIB aumentó en más de tres billones de dólares. El desempleo y la criminalidad bajaron considerablemente, y las relaciones internacionales mantuvieron una paz razonable. Entonces, ¿a qué le tememos?

Debemos separar las promesas de los resultados, las mentiras de los hechos. Kamala Harris es una impostora que ha construido un castillo de mentiras para intentar llegar al Despacho Oval, pero eso no sucederá. No somos ingenuos, su máscara está a punto de caer.