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Fidel Castro, la comunicación política y el fin de una era

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Fidel Castro, la comunicación política y el fin de una era

Cuantos dirigentes cubanos se relacionan con la población a través de las redes sociales? Cuantos están presentes en Facebook?. Cuantos son capaces de escribir un mensaje coherente en 140 caracteres? Cuantos cuentan con jóvenes diseñando sus políticas de comunicación?.

Durante medio siglo, la comunicación política en Cuba quedó casi exclusivamente en manos del talento de Fidel Castro, un brillante orador que -como los filósofos antiguos- utilizó las plazas públicas como tribuna para popularizar ideas, legitimar acciones y ganar seguidores.

Su prosa, sencilla y apasionada, llegó a las mentes y los corazones de los cubanos desde el triunfo mismo de la revolución. Incluso algunos de sus discursos, como la Declaración de La Habana, marcaron a generaciones de latinoamericanos.

Sus comparecencias públicas eran una rendición de cuentas del gobierno, una síntesis informativa de los últimos acontecimientos, una proyección de los pasos futuros y, en algunas ocasiones, una autocrítica por los errores cometidos en la gestión gubernamental.

Como mínimo cada 6 meses -el 1 de enero y el 26 de julio- los cubanos se ponían al día de lo que estaba ocurriendo en su país, desde la apertura a las inversiones extranjeras hasta el anuncio de la peor crisis económica de la historia revolucionaria.

La presencia de semejante talento significó a la vez una ventaja y un hándicap para la Revolución. Todo el discurso político e informativo descansaba sobre los hombros del Comandante, frustrando la actualización de la comunicación política y del papel social de la prensa.

Cuando dejó el poder, el gobierno y el Partido Comunista se vieron sin herramientas de comunicación política, sin equipos especializados y con una prensa de escasa credibilidad. Las autoridades enfrentaron un verdadero vacío en este sentido.

La crisis se produce en un momento de transición económica, tecnológica y generacional. Cuando cada cambio debería ser explicado con claridad a la gente para recabar su apoyo a la creación de ese modelo que busca un “socialismo próspero y sustentable”.

Sin embargo, cada vez más la gente se entera de menos. Las noticias de los debates del Consejo de Ministros o del Pleno Comité Central son indescifrables para el ciudadano medio, apenas informan sobre los temas tratados y casi nada del contenido aprobado.

Durante décadas la comunicación política fue desarrollándose en los países que no contaban con un Fidel Castro. Esa carencia fue sustituida por equipos de especialistas que hoy sirven a todas las tendencias, desde la rancia derecha hasta la izquierda radical.

Los videos promocionales del Presidente Rafael Correa son el mejor ejemplo de cómo la izquierda también utiliza con éxito esas herramientas. Comparados con la propaganda cubana es como enfrentar una tesis doctoral al dibujo de un niño de preescolar.

Las campañas electorales de la izquierda en muchos países se apoyan en equipos de comunicación, que han sido capaces incluso de revertir una inminente derrota. Todo cuenta, estudian cada palabra, la imagen, los símbolos, la proyección personal, la música o los colores.

Tener un aparato de censura para impedir que llegue “el mensaje del enemigo” a casa pudo tener alguna utilidad en el siglo pasado, pero en el año 2017 es una ilusión suicida. El aumento del acceso a internet, al Paquete o a las antenas parabólicas no permite silenciar ningún tema.

Callar sobre ciertos asuntos no es ya una opción porque hoy las filtraciones inundan el barco y no hay un comunicador de talento excepcional capaz de achicar agua cada cierto tiempo. La prensa, la propaganda y el discurso político necesitan, desesperadamente, actualizarse.

Paradójicamente, mientras en Cuba algunos ven en Internet una obra del demonio, que implica un grave peligro para la Revolución, los izquierdistas en otros lares encuentran en la red la posibilidad de contrarrestar la acción de los grandes medios de comunicación.

El crecimiento de la izquierda en Brasil, Ecuador, El Salvador, España, Grecia o Francia no se debe solo a la existencia de “condiciones objetivas y subjetivas” sino a cómo se proyectan estas hacia la opinión pública.

¿Cuántos dirigentes cubanos se relacionan con la población a través de las redes sociales? ¿Cuántos están presentes en Facebook? ¿Cuántos son capaces de escribir un mensaje coherente en 140 caracteres? ¿Cuántos cuentan con jóvenes diseñando sus políticas de comunicación?

Hay un lenguaje nuevo y es el del futuro porque pertenece a las nuevas generaciones. Ser mayor y tener dificultades para comprenderlo no es un pecado, lo que resulta imperdonable es negarse a aprender, pretendiendo perpetuar un idioma de lenguas muertas.

 

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