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La Guerra de los Diez Años

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La Guerra de los Diez Años

Carlos Manuel de Céspedes proclama la independencia de Cuba y le otorga la libertad a los esclavos

Carlos Manuel de Cespedes iniciador de la guerra de los 10 anos estatua en la Plaza de Armas

Carlos Manuel de Céspedes inicia la guerra en su arruinado ingenio «Demajagua» el 10 de octubre de 1868, proclama la independencia de Cuba y le otorga la libertad a sus esclavos. (Foto © Periódico Cubano)

El pensamiento independentista cubano nace en los primeros años del siglo XIX. La independencia de las Trece Colonias, el proceso emancipador latinoamericano y la Revolución Francesa no solo asombraron al mundo, sino que también motivaron los ideales independentistas en los criollos de la Isla.

Hacia mediados del siglo XIX, la economía cubana se enfrentaba a crisis como las de los años 1857 y 1866. El pago obligatorio de altos impuestos, tributos y rígidos controles comerciales había llevado a la ruina a muchos comerciantes y productores criollos, mientras que el sistema esclavista se mantenía como freno para el desarrollo económico. Visiblemente, la región centro-oriental estaba muy atrasada con respecto a la capital y sus zonas aledañas.

Políticamente, a los criollos no se les reconocía el derecho de reunión, a menos que fuera bajo la supervisión de un jefe militar español. Escaseaba la libertad de prensa y el permiso para asociaciones políticas. Ideológicamente, los nacidos en la Isla se preocupaban más por el bienestar de Cuba que por el de España, de la cual ya no esperaban nada después de 1867, cuando fracasó la Junta de Información.

Los prejuicios raciales inherentes a la propia esclavitud y la marcada división entre criollos y españoles creaban un fuerte descontento dentro de la sociedad.

Todos estos elementos fueron el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento y la maduración de un pensamiento independentista que tuvo a Félix Varela como la máxima figura en la primera mitad del siglo XIX.

Los criollos comenzaron a conspirar sirviéndose muy bien de las organizaciones masónicas que habían surgido a partir del Gran Oriente de Cuba y Las Antillas (GOCA), fundado por el doctor Vicente Antonio de Castro en 1862.

El resto está más que escrito. Carlos Manuel de Céspedes inicia la guerra en su arruinado ingenio «Demajagua» el 10 de octubre de 1868, proclama la independencia de Cuba y le otorga la libertad a sus esclavos, invitándolos a una guerra que tendría como objetivos principales la independencia de la Isla y la abolición de la esclavitud.

La insurrección se extendió rápidamente por toda la zona oriental; al mes siguiente, se levanta en armas la provincia de Camagüey y, a principios de 1869, se sumaba la región de Las Villas. El resto de la Isla permanecería en su mayoría fieles a España; no obstante, ni siquiera en la capital dejaron de existir simpatías hacia la Revolución de Yara.

Con tres regiones en guerra contra la corona, el siguiente paso era obvio. Reunir a los amotinados, conformar una dirección única, establecer un gobierno y unificar criterios. Para ello acordaron concurrir a lo que luego se conocería como la Asamblea de Guáimaro.

De ella se pueden decir muchas cosas, pero nunca omitir que fue cuna de la República de Cuba, de su primer gobierno y de la primera Constitución. La unidad fue meramente formal. La mentalidad criolla y los recelos no lograron superar el momento histórico. La falta de experiencia de sus líderes y el miedo a formas de gobierno como las dictaduras militares que surgieron en Sudamérica después de sus luchas, quedaron plasmadas dentro de la carta magna.

El resto de la guerra fue un derroche de coraje y valentía. Ignacio Agramonte se convierte en un brillante estratega. Máximo Gómez destaca rápidamente como el más capaz jefe militar de Oriente al invadir Guantánamo, y luego de la muerte de Agramonte en 1871, pasa a dirigir las operaciones militares en la provincia de Camagüey.

Céspedes sin apoyo es destituido por la Cámara de Representantes, que detentaba tanto poderes civiles como militares, y muere en desigual combate al ser sorprendido por tropas españolas en San Lorenzo. Gómez cruza la trocha de Júcaro-Morón y revive la llama de la independencia desde las Villas hasta las fronteras con Matanzas. En 1875, la invasión y extensión de la guerra a las regiones occidentales estaba en manos del militar dominicano más genial de todos los tiempos.

Para entonces, las indisciplinas militares y los regionalismos mellaban el filo de la independencia. Sediciones militares de indudables patriotas como Vicente García en Lagunas de Varona en 1875 y luego en Santa Rita en 1877, o José Enrique Collado y Limbano Sánchez en el Cantón Holguín en 1877, entre otros casos, obstaculizaron la realización de la invasión. A lo que habría que sumar las torpes decisiones de una Cámara de Representantes sin autoridad que no sabía dirigir una guerra.

A esto debemos sumarle la escasa ayuda militar y política desde el exterior. La errónea estrategia invasora del propio Gómez, que buscaba enfrentar y vencer al enemigo en cada combate, gastando todos los pertrechos. La falta de un General en Jefe que coordinara todas las acciones militares. La inteligente política e intensa ofensiva militar del nuevo Gobernador General Arsenio Martínez Campos, que entre otras muchas causas, llevaron al desgaste del ya maltrecho Ejército Libertador, que poco a poco fue deponiendo las armas, hasta firmar el conocido Pacto del Zanjón.

Pero no todos los insurrectos aceptaron el pacto. El honor de los mambises fue restablecido cuando Antonio Maceo y Grajales se entrevistó con Arsenio Martínez Campos en Mangos de Baraguá, para dejarle bien claro que el Pacto del Zanjón no cumplía los objetivos de la guerra, y que, por lo tanto, él continuaría la guerra.

En tales condiciones, Maceo y sus cientos de seguidores reiniciaron la lucha contra 200 mil efectivos que en 1878 se mantenían en la Isla.

Después de algunos pequeños combates, colaboradores cercanos a Maceo gestionaron un viaje al exterior con el fin de recaudar fondos, armas y pertrechos para continuar la guerra. Y mientras el Titán se encontraba en Jamaica realizando esta labor, las últimas tropas mambisas se presentaron ante las españolas en rendiciones escalonadas durante los meses de mayo, junio, septiembre y octubre de 1878.

Así culmina laGuerra Grande o Guerra de los Diez Años, no sin antes haber consolidado la nacionalidad cubana, cimentado el pensamiento independentista y forjado a numerosos patriotas que posteriormente participarían en la Guerra del 95 organizada por José Martí.

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2 Comments

2 Comments

  1. José M. Presol

    6 mayo, 2018 - 7:54 PM at 7:54 PM

    La lucha continúa desde Yara y continuará hasta la total Libertad y democracia republicanas. La lucha continua y, simplemente, cambia de forma. Lo supo expresar clamente Hugh Thomas en su magnifica historia de nuestra Nación, a la cual titulo: Cuba o la Lucha por la Libertad.

  2. Marisol

    6 mayo, 2018 - 3:58 PM at 3:58 PM

    De guerras proviene la historia de todos los países. Ya creo que estamos cerca de su completa abolición. Está llegando la hora de cambiar la palabra guerra por dialogo y entendimiento.

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