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¿Los pueblos no aprenden?

OPINIÓN

¿Los pueblos no aprenden?

Aun en Cuba, en 2025, hay fidelistas

Pueblo cubano

La idea de que todos serán iguales en derechos, oportunidades y bienes, es poderosa; pero ha sido usada para someter, no para liberar, porque la única igualdad real en estos regímenes es la del hambre, la del miedo y la del silencio impuesto. (Foto @ Periódico Cubano)

Para las grandes masas, la historia a veces es asignatura muerta. No les sirve, no les habla, no les advierte. En esos momentos en los que se olvida la historia, el pasado parece no tener eco en sus conciencias ni reflejo en sus decisiones. Como si el sufrimiento de otros no valiera como advertencia, como si los crímenes de ayer no fueran el prólogo de los horrores de mañana.

La humanidad ha vivido siglos en un péndulo de esperanza y engaño, de libertad anhelada y dictadura impuesta. Y, sin embargo, muchas veces las lecciones no se han aprendido.

Hitler, en nombre del renacimiento alemán, narcotizó a millones con el opio del nacionalismo y la supremacía racial. En 1933, tras llegar al poder por vía legal, desmanteló el sistema democrático en menos de un año. Prometió pan, trabajo y grandeza. Dejó ruinas, genocidio y vergüenza.

Stalin, el “Padrecito de los Pueblos”, ofreció igualdad y justicia en la URSS, pero cosechó hambre, represión y muerte. Entre 1932 y 1933, el Holodomor en Ucrania segó la vida de más de 3 millones de personas. Las purgas, los gulags, el miedo institucionalizado… todo bajo el manto de una ideología que prometía redención.

Kim Jong-un, heredero del trono dinástico más sombrío del planeta, mantiene hoy a 25 millones de norcoreanos en una prisión nacional. Un país sin electricidad ni alimentos suficientes, donde decir la verdad o soñar con libertad es traición.

En Cuba, Fidel Castro bebió de todos estos pozos venenosos y destiló su propio elixir de engaño. Prometió democracia, y trajo dictadura. Prometió libertad, y sembró represión. Prometió igualdad, y fabricó una oligarquía de partido único. El pueblo, hipnotizado por la retórica encendida y la falsa mística revolucionaria, cerró los ojos. Hoy paga el precio.

En 1959, al tomar el poder, prometió elecciones libres. En 65 años no las hubo. Prometió prosperidad; el salario medio hoy ronda los 4 dólares al mes, y una libra de arroz cuesta más que un día de trabajo. Prometió salud y educación como banderas, pero hoy los hospitales están en ruinas y los maestros abandonan las aulas para vender pan con tortilla.

El espejismo de la igualdad

Dictadura en Cuba

La élite goza de lujos que son inalcanzables para la mayoría de los cubanos. En este desolador contexto, algunos siguen defendiendo a la “revolución” y su falacia de igualdad, pero cada vez más cubanos alzan la voz, pese a las graves consecuencias de desafiar al régimen. (Foto @ Periódico Cubano)

Ese espejismo seductor —la “igualdad”— fue y es la coartada favorita de los tiranos. La idea de que todos serán iguales en derechos, oportunidades y bienes, es poderosa; pero ha sido usada para someter, no para liberar, porque la única igualdad real en estos regímenes es la del hambre, la del miedo y la del silencio impuesto.

La élite comunista cubana vive en mansiones, se trata en hospitales de élite y viaja en autos blindados. Mientras tanto, el pueblo hace colas de días por un poco de pan, y los jubilados —tras décadas de trabajo— reciben una pensión de 1.528 pesos cubanos, el equivalente a 5 dólares al mes, en un país donde el dólar ronda los 360 pesos.

¿Por qué se repite la historia?

Porque la estupidez humana no tiene fronteras. Porque hay una zona de comodidad peligrosa, donde a muchos no les molestan ni el yugo ni los puntapiés. Porque es más fácil abrazar una mentira conveniente que enfrentar una verdad dolorosa.

Aun en Cuba, en 2025, hay fidelistas. Gente en ignorancia plena, gente con miedo a ver la verdad. Gente que repite consignas como oraciones vacías, que cree que pensar diferente es traición. Gente que prefiere ser esclava en nombre de una patria imaginaria, antes que libre en nombre de la dignidad.

Todos son lo mismo

Los tiranos, sin importar sus banderas, son lo mismo: prometen el cielo, y abren la puerta del infierno. Se entronizan en el poder para sí, a costa de pueblos hambreados y sufridos. Mienten con elocuencia, y matan con eficiencia. Son perversos por vocación. Son moralistas en público, pero fanáticos promiscuos en privado. Usan el miedo como método, la propaganda como escudo, la represión como lenguaje.

¿Qué queda por hacer? Romper el ciclo. Despertar. Leer la historia no como fábula, sino como advertencia. Recordar que la libertad no se hereda: se conquista, se defiende, se cultiva. Y, sobre todo, entender que donde no hay alternancia en el poder, donde no hay prensa libre, donde no hay justicia independiente, no hay patria: hay prisión.

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