Ministro de economía cubano reconoce falta de divisas

Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación (MEP), ofreció un balance de la actual situación económica del país y básicamente repitió, solo que con palabras más técnica lo dicho por Raúl Castro unas horas antes: “enfrentamos dificultades adicionales”.

“Tenemos que revisar a las entidades que tienen esquemas de financiamiento en divisas aprobados, las importaciones, para ajustar las mismas a los niveles imprescindibles”, dijo Gil reconociendo la falta de liquidez en las cuentas corrientes del estado.

“Incluso reducir los coeficientes de retención para lograr un nivel de aporte a la cuenta de financiamiento central de forma tal que se puedan priorizar los pagos más importantes y dentro de ello las deudas con países priorizados”, agregó.

No hay dinero, y el gobierno comunista busca honrar las deudas contraídas con países como el Club de París con los cuales hace casi dos años se renegoció los adeudos y ahora hay que pagar.

Otros países como China y Rusia tendrán que seguir esperando para cuando halla, en definitiva, esos si son aliados ideológicos.

Las empresas estatales en Cuba son las que llevan todo el peso de la economía pues el régimen nunca ha dejado invertir ni desarrollarse al sector privado en aquellos lugares que verdaderamente dinamizan la economía. Simplemente liberaron lo que se conoce popularmente como la “economía de la croqueta”, que pertenecen al sector gastronómico con cafeterías y restaurantes.

Sin embargo, los miles de profesionales que el mismo gobierno ha creado se mantienen atados de pies y manos in poder crear una empresa particular en otros sectores como la industria o la manufactura.

El sector agrícola también fue tema abordado por el ministro. En varios momentos de su intervención dijo que la factura para importar alimentos planificada para este año es de 5000 millones de dólares. El país no es capaz de producir su propia comida, en parte también por la no liberalización de las fuerzas productivas del campo.

En ocasiones muchos de los directivos de las cooperativas agrícolas suelen quejarse del centralismo, que les impone trabas burocráticas o interviene en sus decisiones, que están desasadas en el tiempo. Los tiempos de respuesta que exige un campo de siembra no concuerdan con los tiempos de un burócrata que dirige una cacareada economía planificada que lo único que planifica es el desastre.

Con información de AP