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¿Qué es el Cambio-Fraude en Cuba?
Entre los actores que participan en el cambio fraude se encuentran opositores moderados que creen que un cambio gradual podría mejorar la situación sin causar un conflicto directo

Una de las principales características del cambio fraude en Cuba es la simulación de la participación ciudadana. (Foto © Periódico Cubano)
El término Cambio-Fraude es una táctica utilizada por dictaduras y regímenes totalitarios para dar la impresión de un cambio o transición en un país hacia la democracia, cuando en realidad no se producen alteraciones sustanciales en las estructuras de poder o en las políticas clave.
Este fenómeno se observa en regímenes que, a pesar de implementar reformas o aparentar abrirse políticamente, pero en realidad mantienen el control autoritario y preservan el statu quo bajo las nuevas estructuras de poder u organizaciones politicas. Esto se logra manipulando los procesos democráticos o implementando cambios superficiales que solo maquillan y no afectan las bases del poder establecido.
En el caso de Cuba, los dirigentes de la cúpula militar y del Partido Comunista de Cuba (PCC) han materializado la estrategia del cambio fraude en reformas superficiales que simulan una apertura política y económica, sin alterar los cimientos del régimen.
Las reformas implementadas hasta la fecha, como la creación de las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes), son un claro ejemplo de este fenómeno. Aunque se ha permitido la creación de negocios privados en sectores claves, el control estatal sobre la economía sigue siendo absoluto, y las regulaciones impuestas limitan la verdadera libertad empresarial.
Las reformas económicas promovidas por la dictadura, lejos de fomentar una transición hacia una economía libre, buscan consolidar aún más el poder del régimen sobre la población. El Decreto-Ley No. 46/2021, que autoriza la creación de mipymes, en realidad no permite una real independencia empresarial.
Las empresas siguen dependiendo de la autorización estatal para operar y están sometidas a un marco de regulaciones que limita su crecimiento y su capacidad de competir en un mercado libre. Este control mantiene a los ciudadanos atrapados en una dependencia económica del régimen, sin ofrecerles una verdadera oportunidad de prosperar de manera autónoma.
Una de las principales características del cambio fraude en Cuba es la simulación de la participación ciudadana. El régimen organiza consultas y diálogos falsos que pretenden dar la impresión de que el gobierno está dispuesto a escuchar a la sociedad, pero la realidad es que las decisiones ya están tomadas antes de que se convoquen tales consultas.
La más reciente cubana de 2019 es un ejemplo clásico, ya que en nada cambiaron las estructuras de poder del país. La implementación de un primer ministro no ha servido de nada dentro del panorama político-económico.
Aunque el régimen asegura estar promoviendo una apertura política, la represión sigue siendo una constante en la isla. Los opositores políticos, los periodistas independientes y los activistas continúan siendo objeto de arrestos arbitrarios, acosos y torturas.
La falta de libertad de prensa y el control absoluto sobre los medios de comunicación impiden que los ciudadanos puedan acceder a información veraz y crítica. Solo los medios que apoyan al régimen y tienen financiación del Estado se les permiten los espacios para operar, mientras que las voces disidentes son silenciadas con violencia o censura.
La manipulación del discurso democrático también juega un papel fundamental en el cambio fraude. El gobierno se ha apropiado de conceptos como “democracia socialista” y derechos para la población, mientras que sus políticas contradicen abiertamente estos principios.
Este uso estratégico del lenguaje busca confundir tanto a la población interna como a la comunidad internacional, creando la falsa impresión de que Cuba está en proceso de democratización. Sin embargo, el control sobre el poder sigue siendo absoluto, y cualquier cambio en las estructuras políticas y sociales es solo una ilusión.
Iniciativas como “pensar como país” o la consulta para la Ley de Transparencia son ejemplos claros de cómo el régimen busca generar la apariencia de un proceso democrático. Sin embargo, estos mecanismos no permiten una verdadera influencia de la ciudadanía sobre las políticas del gobierno.
Entre los actores que participan en el cambio fraude se encuentran opositores moderados que creen que un cambio gradual podría mejorar la situación sin causar un conflicto directo. También existen organismos internacionales y gobiernos externos que aceptan las reformas superficiales como signos de apertura, buscando mantener relaciones diplomáticas o económicas con Cuba.
Asimismo, los inversionistas extranjeros que operan en Cuba, especialmente en sectores como el turismo y la energía, se benefician del control estatal y prefieren mantener el statu quo, cerrando los ojos ante la represión política y las violaciones de derechos humanos.
Algunos sectores de la Iglesia Católica y ciertas ONG también participan en los diálogos impuestos por el régimen, con la esperanza de una apertura gradual, lo que podría interpretarse como una forma de colaborar con el régimen, en lugar de desafiarlo.
El exilio cubano también juega un papel crucial en este fenómeno. Algunos miembros de la diáspora participan en los diálogos promovidos por el régimen, buscando evitar confrontaciones directas, aunque esto implica aceptar reformas superficiales que no abordan los problemas fundamentales del país.
En conjunto, estos actores contribuyen a la perpetuación de la ilusión de un cambio en Cuba, sin exigir las reformas estructurales necesarias para una verdadera transición democrática. El “cambio fraude” ha sido fundamental para la supervivencia del régimen cubano, permitiéndole seguir en el poder mientras da la apariencia de estar realizando transformaciones profundas.
