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Reencuentro con la historia de Angerona

HISTORIA DE CUBA

Reencuentro con la historia de Angerona

Tesoro patrimonial de Cuba que merece ser salvaguardado

Los vestigios del antiguamente cafetal Angerona, ubicado actualmente en la provincia de Artemisa, fueron sujetos a una segunda campaña de estudios arqueológicos con la finalidad de descubrir los misterios que esconde el entonces declarado Monumento Nacional desde el año 1981.

Roger Arrazcaeta Delgado, director del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de La Habana, en declaraciones a corresponsales del Granma, expresa que esta jornada de excavaciones es resultado de un proyecto de investigación en colaboración con la  Universidad de Saint Mary, en Halifax, Canadá, con vigencia hasta el 2021.

Sumado a la leyenda que atesora este sitio, de una supuesta historia de amor prohibido, que vivieron  el alemán Cornelio Souchay y una bella mujer negra llamada Úrsula Lambert. Angerona alberga mucho más, formas de vida, costumbres, relaciones entre patrones y esclavos, prejuicios raciales y sociales de la época, cultos religiosos, enterramientos, tipo de dieta y otras esencias que permiten viajar en el tiempo y revivir una etapa de la historia colonial.

Para el arqueólogo Aaron Taylor, al frente del proyecto por la parte canadiense, trabajar allí le ha dado la oportunidad de acercarse al conocimiento del significado cultural que tuvo la presencia de esclavos africanos en América e indagar en las conexiones que hubo por aquella fecha entre la provincia de Nueva Escocia y Cuba.

EVIDENCIAS…

La jornada de trabajo de la segunda expedición científica a las ruinas del segundo cafetal más importante de Cuba en el primer tercio del siglo XIX, fue desarrollada entre el 13 y el 25 de junio del presente año. Entre las acciones contempladas se destacan la verificación arqueológica de la documentación histórica recopilada sobre el legendario lugar, teniendo en cuenta las excesivas modificaciones que debe haber sufrido en cuanto a espacio y su uso hasta la fecha.

Según precisaron Roger Arrazcaeta y Aaron Taylor, se logró identificar la posible existencia de cimientos enterrados a partir de la utilización de avanzadas tecnologías, que incluyeron un equipo de inducción magnética capaz de escanear por debajo de la superficie del suelo, y otros instrumentos de exploración geofísica.

Dichos cimientos pudieran pertenecer a los de la casa señorial original, la cual, y de acuerdo a lo mostrado en un inventario del cafetal del 5 de septiembre de 1837, era un edificio multifuncional de mampostería de 88,75 metros de longitud, donde vivió en realidad el alemán Cornelio Souchay, pues la información disponible sugiere que no lo hizo en la vivienda de estructura neoclásica presente allí, como se pensaba hasta hace un tiempo.

De igual forma, al analizar la arquitectura y los sistemas de construcción utilizados en el lugar cafetal permitieron comprobar que al parecer la mayoría de los materiales empleados fueron de procedencia local.

Tal es el caso de los mampuestos elaborados en roca caliza de la formación Güines, el mortero de cal preparado con arena de río y minúsculos fragmentos de ladrillo y teja para hacerlo más impermeable.

Es importante destacar el uso de una notable cantidad de teja maní para techar los inmuebles, probablemente fabricadas en el tejar de la plantación, instalación incluida en la propiedad de acuerdo al inventario de 1837 y a varios apuntes de viajeros que tuvieron la oportunidad de visitar este sitio en su etapa de auge.

Arrazcaeta indicó que las excavaciones hechas en el barracón de esclavos, donde fueron albergados cerca de 450 esclavos, propiciaron descubrir restos de especies comestibles como cerdo, res y carnero, fragmentos de pipas o cachimbas de fumar tabaco elaboradas en piedra y cerámica, tiestos de platos de losa inglesa y pedazos de cazuela de cerámica burda.

Del mismo modo, destaca entre los descubrimientos una moneda norteamericana de 1864 con un orificio para ser colgada en el cuello como amuleto, práctica muy común entre los esclavos de esa época.

Angerona ocupa un área total aproximada de dos kilómetros cuadrados y actualmente se encuentra desprotegido y en un lamentable estado de abandono que urge afrontar, pues merece la pena preservar este símbolo de Artemisa, de Cuba y su historia.

Con información de: Periódico Granma

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