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Si Rusia no pudo salvar al dictador sirio, ¿qué podría hacer por el castrismo en Cuba?
El régimen cubano enfrenta una tormenta perfecta: una economía en ruinas, descontento popular y un ejército con lealtad cada vez más cuestionable
El reciente colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria, que cayó en apenas 12 días de ofensiva rebelde, envía un mensaje claro a los regímenes totalitarios que dependen del apoyo de aliados externos: ni siquiera la promesa de protección de una potencia como Rusia puede garantizar la estabilidad de un gobierno desacreditado y debilitado desde dentro.
En Siria, la caída de Assad fue tan rápida como devastadora. En menos de dos semanas, las fuerzas rebeldes lideradas por Hayat Tahrir al-Sham tomaron Damasco y ciudades clave como Alepo y Hama, forzando al dictador, cuya familia había gobernado el país por más de 50 años, a buscar asilo en Rusia.
Este desenlace ocurrió pese a que Assad había ofrecido a Moscú el control de una base militar estratégica con salida al Mediterráneo, un puerto que habría fortalecido la presencia rusa en la región. Sin embargo, la guerra en Ucrania, la debilidad económica y las limitaciones logísticas de Rusia impidieron que esta potencia pudiera intervenir de manera efectiva para salvar a su aliado y con él a su enclave militar.
El caso sirio demuestra que incluso cuando un régimen ofrece ventajas geoestratégicas significativas, el costo político y militar de mantener a flote a un aliado puede ser demasiado alto. Si Rusia no pudo salvar a Assad, ¿cómo podría intervenir en Cuba para apoyar a sus aliados del castro-comunismo, en una Isla a miles de kilómetros de Moscú y a solo 90 millas de Estados Unidos?
El caso sirio demuestra que Rusia, que históricamente ha sido un aliado del régimen castrista, no tiene capacidad ni interés suficiente para intervenir en caso de una rebelión interna en la Isla donde se intente derrocar al régimen comunista. Además, la falta de recursos de Moscú es evidente. Las sanciones internacionales y los costos de la guerra en Ucrania han dejado a Rusia en una posición de debilidad.
A nivel interno, el régimen cubano enfrenta una tormenta perfecta: una economía en ruinas, descontento popular y un ejército con lealtad cada vez más cuestionable. Los puntos de coincidencia con la Siria de Assad son asombrosos. Analistas internacionales como el cercano al castrismo Alfredo Jalife advirtieron que los generales del ejército sirio solo ganaban 40 dólares al mes y los soldados mucho menos.
En Cuba pasa lo mismo. El ejército está compuesto en gran medida por jóvenes reclutados de manera obligatoria, sin vocación ni motivación, para defender un sistema totalitario que solo ha traído pobreza y represión a la población. Los militares, aunque generalmente mejor tratados con prestaciones, tampoco les alcanza para vivir.