FARÁNDULA
Cimarrón + Funk: lo que más suena en Cuba
Un negrito con tremendo «flow» se está robando todo el show en Cuba. Salió de Pinar del Río, lijó carros en un taller en La Habana, y hoy todos lo conocen como Cimafunk
Cuando Cimafunk anuncia un concierto, la multitud está garantizada. Hoy puede cobrar lo que quiera por su entrada, tocar en el lugar más inhóspito, a cualquier hora, bajo cualquier situación climatológica, y yo le puedo asegurar que para allá se mueve La Habana –al menos una gran parte de ella, la musicalmente bien educada. Pero todo no comenzó así. Él tuvo que lucharla, dejar su tierra, su casa y la medicina. Hoy es el fenómeno musical de Cuba, pero vamos a empezar por el principio.
Erik Alejandro nació un viernes 7 de abril de 1989 en Pinar del Río. El coro de la Iglesia le dio su primer espacio musical para luego, religión a un lado, mudarse a la trova pinareña. La casualidad le hizo probar nuevos ritmos, improvisar sonidos más movidos, y le presentó el funk, por azar.
Con una familia ligada a la medicina, empezó los estudios de esta carrera hasta su 3er año, momento en el que enfrentó la idea de apostar por la música para siempre, porque quería. Pero no estudió música, aunque hubiera podido. En cambio, dejó su Pinar del Río natal y dio el salto a la capital, sin mucho trauma y con mucho flow. En La Habana dejó de ser Erik para ser Cimafunk, por eso así quiere y debe ser nombrado.
Sin una residencia fija -lo cual sigue siendo un desafío gigantesco para los inmigrantes locales- y sin trabajo como músico, Cimafunk empezó lijando carros en un taller.
“Un año estuve allí y haciendo otras cosas, siempre trabajos de mano de obra pesada. Es lo que te toca al inicio. Así que lo que tienes es que generar ingresos primero, y de la música no iba a ser. Además, como me le cuelo un poco al inglés hice trabajos de traductor por aquí y por allá. Aún seguía en el taller. Hasta un día”, aseguró.
Encontrándose en un pico donde sabía que estaba perdiendo el tiempo, a pesar de ser consciente de que necesitaba generar ingresos para poder vivir, Cimafunk tenía que decidirse porque lo que no podía era quedarse en un taller toda la vida.
“Salí caminando y pensé que solo podía tirarle un disparo, así con la cara dura, a Raúl Paz porque es pinareño. Preguntando y preguntando cogí todo Paseo bajando desde 23 porque alguien me había dicho que él vivía por ahí.
Encontré el edificio y subí por la entrada de servicio porque no me dejaron pasar por la entrada principal. Di con la casa, toqué y me salió él. Me presenté y le dije que necesitaba tocarle mis canciones. Estaba almorzando, bajé, me senté en el parque y a los 15 minutos exactos volví y le toqué otra vez. Entramos al estudio, le toqué canciones que ya tenía porque escribía casi a diario, le gustaron y me invitó a hacer los coros en un concierto que tendría en el Karl Marx. Parece fácil, pero no lo fue.”
¿Ese fue tu inicio entonces en “los grandes escenarios”?
Bueno, con eso al menos tenía una carta de presentación: “Fui corista de Raúl Paz”. Uno infla un poco porque fue solo un concierto, pero bueno… Luego de eso seguí más fijo con David Torrens, como un año, lo que fue un sueño cumplido para mí. Después hice coros a Liuba María Hevia, algunas veces a Silvio Rodríguez, y terminé llamando a Robertico Carcassés, casi igual que como hice con Raúl Paz.
Me fui a su casa un lunes, el martes ensayamos los temas con Interactivo, y el miércoles ya estaba con ellos en el Bertolt Brecht. De momento tuve que decirme: ‘espérate mi hermano’ porque no era cualquier grupo. Interactivo tiene un montón de músicos buenos y encima en el Brecht que es como la jungla, donde todo el mundo espera lo mejor.
Entonces… ¿Los Boys?
La historia de Los Boys comienza porque mientras estuve buscando trabajo conocí a Hernán Cepeda que tocaba el bajo. Le dije que era compositor y que quería armar una banda. A él le cuadraron los temas y dijimos vamos a empezar a montar. Así arrancamos, haciendo covers de Michael Jackson, Steve Wonder, y luego empezamos a hacer mis temas.
Al principio solo estábamos Hernán y yo, hasta que a Dianela, una cantante pinareña que llevaba bastante tiempo trabajando aquí tuvo una propuesta en un crucero y quería irse con un grupo. Nosotros no teníamos ningún grupo, nos conocíamos y ya, pero decidimos crear esto nosotros tres. Entonces de un día para otro empezamos a producir los temas y armamos como tres, nos presentamos al casting del crucero, y de como 45 bandas fuimos los únicos que escogieron.
El crucero se demoró un año en salir. Y tuvimos que empezar a “pinchar” en lo que nos íbamos. Nos empezamos a presentar y de pronto fue como un boom, los lugares cerrados por capacidad, la gente nos seguía, las redes sociales estaban a full pero… llegó el crucero.
Nos fuimos ocho meses y ya cuando volvimos con la banda no era lo mismo. Yo quería hacer lo mío independiente y como siempre fuimos socios nunca hubo ningún lío. Ellos seguían trabajando y yo colaboraba.
Empiezas ya a hacer “tu música” … ¿Qué es tu música?
Yo hago una mezcla de funk con ritmos cubano-africanos, pero eso es muy complicado. Digamos que mi música es pa’ que goces, pa’ que escuches, pa’ que descargues a tú manera, y la bailes porque me gusta bailar, la hice pensando en eso.
Yo quiero que la consumas, la interpretes a tú manera, y la cojas para dormir o para otras cosas. Mi música es para pasarla bien. Si tuviera que definir un género diría “funky cimarrón”. Ese es mi género, pero más que eso es algo pa’ que lo des to’ ahí.
Entonces, ya en solitario llega Terapia, tu primer CD…
En el 2016 yo estaba en París y ahí empecé a pensar cómo podía hacer mi música. Comencé a escribir el que es ahora el último tema del disco. Todo iba caminando solo, los ritmos de por allá influyeron mucho en mí.
Siempre me gustó el funk y empecé a probar, a mezclar. Eso fue lo más sabroso de la vida. Regresé a La Habana y armé un pequeño estudio en la casa, inventa’o. Llamé a algunos músicos y grabamos.
Terapia fue muy saludable para mí. No hice una cosa así súper seria, sino que fue algo muy relajado. Creo que es por eso que lo disfruto tanto cada vez que lo toco ahora. Es un CD totalmente independiente, así lo hice y así se mantendrá.
La distribución fue a través de las plataformas digitales, y aquí en Cuba que es donde más interesado estuve y estoy en distribuir siempre mi música es diferente. Aquí es camina y ponlo en El Paquete, en la radio, en la televisión, etc. También lo repartí de mano en mano a algunas personas. La gente que va a mis conciertos se lo pasa por Zapya. Yo pienso que aquí promoverte es un poco distinto, es casi una pelea, hay que ser insistente.
Para algunos por acá las letras del CD Terapia hablaban de mujeres y de comida, y no se equivocan. Cimafunk lo afirma, pero agrega que todos los temas van sobre las relaciones con la mujer, los sentimientos y la vida en pareja. Sin dudas, escuchamos textos muy relajados, con un doble sentido que enamora. Y no podía ser de otra manera porque la inspiración del artista es la trova. Sus temas no dan golpes bruscos en los oídos, aunque a veces sean “calientes”. Por el contrario, hablan como el cubano de hoy, pero sin vulgaridades porque nunca han hecho falta.
Cimafunk acepta que su lenguaje tiene que ver con el del reguetón. Con eso nunca ha tenido problemas porque “ese es el lenguaje de la masa y la mayor parte de la gente habla sí. No pienso que el reguetón esté en paralelo con lo que hago, pero es música igual y es para la gente. Mientras haya sinceridad en lo que dices no hay problema, porque tú tienes todo el derecho a decirlo y nadie puede impedirlo”.
Cuando le pregunté de dónde venía el Cimafunk la respuesta fue muy rápida: “funk es el género musical y Cima viene de cimarrón. Indagué en mi familia y tuve un tátara-tatarabuelo que vino de Nigeria y fue esclavo. Al saber eso me motivé mucho y empecé a hacer canciones relacionadas con ese tema”.
El “Erik” no le gusta para defender su música, y luego de algunas variantes llegó la combinación del funk con el cimarrón. No obstante, a veces le cuesta trabajo que la gente lo entienda porque Cimafunk no es sólo un nombre, no es un grupo, Cimafunk es toda su música, todo lo que solo él sabe hacer.
Hoy la gente conoce su primer CD, y pronto habrá un segundo. Su música suena en todos lados y su estética se queda clavada en la vista e incita a bailar sin contemplaciones. La onda retro, los 70´, los pantalones campanas, el brillo… a eso no hay quien se resista.
Este negrito está claro de que la gente en Cuba necesitaba bailar y que esta sangre caliente de los cubanos se revuelve hasta con los golpes de un palo y una lata. Por eso quiere darle baile, pero también quiere decirles cosas diferentes, en su lenguaje. Eso ya lo tiene aprendido, se deja llevar, y con su flow que arrasa deja al público hipnotizado desde la primera nota. Luego, se baila hasta el agotamiento total.
