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¿Cinismo o mala memoria? Agresoras de Saily González fueron a cobrarle la FMC
«No, yo no pago porque el 15 de noviembre la FMC vino a hacerme un acto de repudio»
La activista Saily González Velázquez contó en sus redes sociales que algunas de las personas que participaron en un acto de repudio frente a su casa el pasado 15 de noviembre fueron a cobrarle la cuota de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) este domingo.
“¿Cinismo o mala memoria?”, cuestionó la joven. Después de casi 24 horas gritándole improperios frente a su vivienda, para impedir que se uniera a la Marcha Cívica por el Cambio, hay que tener poca vergüenza para pedir dinero supuestamente destinado a una organización cuyo papel es escaso o nulo en la sociedad.
González Velázquez aseguró que no les pagó. “A mí me encanta responderles: ‘No, yo no pago porque el 15 de noviembre la FMC vino a hacerme un acto de repudio’”. Las federadas le pidieron preguntar a su madre, pero ella les comentó que ese día también la habían repudiado.
En los comentarios del post numerosos internautas respondieron sorprendidos con el hecho: un día vienen a gritarte y al otro te piden les des dinero por hacerlo. La organización fundada por Vilma Espín, esposa fallecida de Raúl Castro, es una más que sirve ciegamente a la dictadura; su objetivo hace mucho tiempo dejó existir.
“Eso no debería pagarlo nadie, ni el sindicato, ni CDR, ni otra cosa que aún cobran. Si todo el mundo sabe que ninguna de esas organizaciones hace nada y menos resuelve nada… Mentiras y más mentiras”, denunciaron.
Saily González Velázquez es uno de los rostros más visibles de la oposición en estos momentos. A inicios de febrero la Seguridad del Estado la retuvo durante 11 horas en un supuesto interrogatorio que la propia joven definió como tortura.
La tuvieron sentada en una pequeña habitación de paredes carmelitas, con la puerta entreabierta y custodiada. Ese día las autoridades le dijeron hasta que su pareja, quien supuestamente la financia, le daba “migajas” porque el “resto se lo gastaba en prostitutas”.
“Fue surrealista”, confesó la joven. Al estallar en risas, la instructora le dijo que vería “qué podía hacer por ella” para no encarcelarla porque sabía “no era gusana”. Tras varias horas conoció que encontraba en la estación por “alteración del orden público” y sería liberada con un acta de advertencia para no hacer más cacelorazos.
“Me tuve que comprometer a no cometer más delitos, con lo cual estoy conforme porque yo no lo hago. Yo estoy ejerciendo derechos constitucionales y ningún código penal puede estar por encima de la constitución”, precisó en ese momento.