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Cuba y Siria: vínculos entre dos dictaduras dinásticas
Durante la década de 1980, técnicos y asesores cubanos fueron enviados a Siria para capacitar a las fuerzas de seguridad del régimen de Assad
Las relaciones históricas y de colaboración entre las dictaduras de los Castro en Cuba y los Assad en Siria constituyen un ejemplo de cómo los regímenes autoritarios han encontrado puntos comunes para perpetuarse en el poder, reprimir los derechos humanos y oponerse a la democracia.
A pesar de las diferencias culturales y geográficas, ambos gobiernos mantenían un pacto no escrito basado en sus intereses políticos: mientras la Isla de Fidel gobernaba mediante el Partido Comunista de Cuba; la Siria de los Assad lo hacía con el Partido Baaz Árabe Socialista, hasta que fue derrocado hace apenas unos días.
Sus regímenes compartían una narrativa de resistencia frente al “imperialismo” occidental, particularmente contra Estados Unidos. Este discurso no solo fue un punto de conexión ideológica, sino también una herramienta para justificar sus propias políticas de represión interna y control totalitario.
Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética jugó un papel crucial como mediador y facilitador de esta relación, proporcionando recursos económicos y apoyo militar que ambos países aprovecharon para consolidar su poder.
De manera oficial, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba reconocen cinco intervenciones militares internacionales, una de las cuales fue en Siria. Durante la guerra de Yom Kipur (1973-1974), Siria solicitó asistencia militar a Cuba, y el gobierno cubano respondió enviando una brigada de tanques que participó activamente en los enfrentamientos.
En los siguientes años, cientos de técnicos y asesores cubanos fueron enviados a Siria para capacitar a las fuerzas de seguridad del régimen de Assad, fortaleciendo sus capacidades represivas. El intercambio no solo benefició al gobierno sirio, sino que también Cuba proporcionó una valiosa experiencia en técnicas de vigilancia y control social que posteriormente aplicaría en su propio país.
En el ámbito diplomático, ambas dictaduras han mantenido un apoyo mutuo consistente. Cuba ha defendido sistemáticamente a Siria en foros internacionales, incluyendo las Naciones Unidas; particularmente en lo que respecta al conflicto sirio-israelí, donde apoyaba el derecho del estado árabe sobre los Altos del Golam.
De manera similar, Siria ha respaldado las iniciativas cubanas para condenar el embargo económico de EEUU. Este respaldo mutuo ha sido clave para que ambos regímenes eviten el aislamiento total en la arena internacional.
Las visitas de altos funcionarios también reforzaron la alianza. En 2001, Bashar al-Assad, quien heredó de su padre Hafez al-Assad el régimen sirio, recibió a representantes del gobierno cubano en Damasco, donde reafirmaron su compromiso con la cooperación bilateral.
El presidente sirio Bashar al-Assad visitó Cuba en junio de 2010. Allí, se reunió con el entonces presidente Raúl Castro y otras autoridades cubanas. Cuatro años antes, el tiranosaurio de Fidel había transferido el poder a su hermano menor.
De manera recíproca, delegaciones sirias han visitado Cuba en múltiples ocasiones para discutir temas de interés común, desde el comercio hasta la seguridad.
El intercambio de información también ha sido un elemento clave de esta relación. Ambos regímenes han compartido estrategias para manejar la disidencia interna y controlar a sus poblaciones mediante el uso de propaganda estatal, detenciones arbitrarias y técnicas de intimidación.
En Siria, esto se ha manifestado de forma extrema durante la guerra civil, con prácticas documentadas de tortura y desapariciones forzadas, mientras que en Cuba, aunque menos violento, el aparato represivo también se ha perfeccionado para silenciar a opositores y periodistas independientes.
Durante la guerra civil siria, iniciada en 2011, el gobierno cubano expresó abiertamente su apoyo a Bashar al-Assad, calificando a los rebeldes como agentes del “imperialismo”. Este respaldo, aunque simbólico, demostró la continuación de una relación histórica basada en el rechazo a cualquier forma de oposición que pudiera amenazar su poder.
Tras los sucesos del fin de semana en las que una alianza de fuerzas opositoras tomó las principales ciudades del país, el gobierno cubano negó en sus medios oficiales que al-Assad hubiese abandonado el país y que los rumores solo eran una campaña de sus enemigos.
Horas después, el canciller cubano, Bruno Parrilla Rodríguez, mantenía una conversación telefónica con su similar sirio Bassam Sabbagh para mostrar su apoyo a la dictadura. En ese entonces se desconocía que el expresidente al-Assad había huido del país con su familia hacia Rusia, donde solicitó asilo político.