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Funcionarios de Santiago de Cuba advierten: comer pan de la bodega es una lotería
“La harina está llegando desde La Habana, pero la cantidad que se recibe es mínima en comparación con lo que necesitamos”

Las 20 toneladas de harina recibidas ayer no alcanzan para satisfacer la demanda diaria. (Captura de pantalla © Canal Caribe – YouTube)
El consumo de pan en la provincia de Santiago de Cuba se ha convertido en una incertidumbre diaria, una suerte de lotería que está en función de la llegada de harina de trigo a las panaderías estatales de cada municipio. Ese ingrediente, fundamental para la elaboración del pan de la bodega, es muy escaso y las autoridades locales han establecido un sistema rotativo.
“Hoy llegó una rastra de 20 toneladas, pero no es suficiente para cubrir las 51.8 toneladas diarias que se requieren en la provincia”, señaló un funcionario local. “Cuando llega harina, se le da al municipio de Santiago de Cuba, y luego, a medida que la harina sigue arribando, se distribuye a otros municipios”, acotó.
Sin embargo, el ciclo no es fiable. Los residentes deben esperar sin saber cuándo podrán volver a recibir pan. En el caso de Santiago, la demanda es tan alta que las 20 toneladas de harina recibidas ayer no alcanzan para satisfacer la demanda diaria, quedando la provincia con una notable escasez de producto. Ello genera grandes desajustes en el suministro de pan.
El problema se ha visto agravado por la escasez de trigo en los molinos locales. “No tenemos molinos que produzcan harina de manera regular”, señaló un funcionario de la provincia. “La harina está llegando desde La Habana, pero la cantidad que se recibe es mínima en comparación con lo que necesitamos”. La inestabilidad del suministro ha llevado a que la población reciba pan de manera irregular, sin una fecha exacta en la que los comercios puedan ofrecer el producto.
En Santiago de Cuba, el pan es uno de los productos básicos que las familias consumen a diario. La escasez ha obligado a muchas familias a adaptarse a una nueva rutina, planeando sus compras en función de la llegada del pan.
La libreta de racionamiento, que durante más de seis décadas fue un pilar del sistema de distribución alimentaria en Cuba, ha perdido su efectividad en garantizar productos básicos, como el pan. Hoy en día, muchas familias cubanas deben recurrir a los envíos de sus familiares en el extranjero para subsistir, ante la falta de recursos y el deterioro de las panaderías estatales.
Estas panaderías, en su mayoría, presentan condiciones lamentables: puertas rotas, atención por ventanas y la escasez de productos, especialmente pan. Además, la distribución carece de horarios fijos, lo que genera incertidumbre y largas esperas para obtener este alimento básico.
En paralelo, las pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) en la provincia más oriental de Cuba han comenzado a vender pan en dólares, una respuesta a la creciente dolarización del país. Estas MIPYMES consiguen la harina a través de importaciones desde el exterior, lo que les obliga a vender sus productos en divisas. Este modelo, que permite a los cubanos en el extranjero pagar por el pan consumido por sus familiares, ha sido recibido con opiniones divididas.
Aunque algunos lo ven como una solución ante la escasez, otros critican que esta medida excluye a la población que no tiene acceso a dólares, perpetuando la desigualdad y dejando a una gran parte de la población sin acceso al pan. Esta situación refleja no solo la crisis alimentaria, sino también las tensiones sociales derivadas de la exclusión económica.
