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¿Es la corrupción una enfermedad incurable en Cuba?

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¿Es la corrupción una enfermedad incurable en Cuba?

No pocas veces el proceder ilícito se traduce en casas suntuosas erigidas a la luz del día, fines de semanas en hoteles de lujo, frecuentes visitas a restaurantes de primera categoría y otros deleites, sin olvidar el tráfico de influencias, camino por el cual llegan varios miembros de una misma familia a puestos encumbrados.

 

Datos oficiales resultado de auditorías y controles realizados en la central provincia de Cienfuegos, arrojan daños económicos ascendentes a más de 77 millones en moneda total, de ellas, 31 millones CUP y más de 45 millones CUC, publica el periódico local oficial 5 de septiembre.

La nota asocia a la corrupción con una enfermedad incurable, en este caso, como espíritu del mal, que se adentra en la sociedad, imperturbable, voraz.

Y lo que más llama la atención que a pesar de las alertas y medidas que deben haber tomado las autoridades, al cierre del primer trimestre del año actual, los perjuicios económicos alcanzaban ya la cifra de 7 millones en moneda total, de ellos, más de 24 mil CUC,

El malestar llega por vías diversas, a veces inconcebibles dado el desenfado con que ciertas prácticas muestran su desnudez. La venta de algunos artículos no disponibles en los centros comerciales, sin tapujos ni disfraces, a la vista de todos, resulta tan solo una de sus expresiones, agrega la nota.

La periodista señala “Prefiero decir venta y no reventa, porque ahora la modalidad se torna más refinada, pues, al parecer, quienes convirtieron la práctica en un empleo bastante bien remunerado, ya ni siquiera necesitan esperar por la presencia del producto en las tiendas: como por arte de birlibirloque llegan a sus manos sin haber pasado antes por esos establecimientos”.

Pululan los ejemplos: desde productos lácteos y cárnicos hasta los más inimaginables artículos electrodomésticos.

He ahí cuando aparece la pregunta: ¿de dónde los sacan? Un elemento resulta claro: no es mediante el robo con fuerza que llega a las manos de dichos individuos tales mercancías. Entonces: ¿cómo acceden a ellas?, ¿quién les abre las puertas?

Debido a las penurias económicas sufridas en el país, los cubanos suelen codiciar aquellos puestos de trabajo que “les dé”, donde “puedan llevarse algo”, pues “el salario no da para vivir”. Esa filosofía para nada justifica el robo, el desvío de recursos, la malversación. Menos aún cuando los hechos son perpetrados por quienes tienen, precisamente, la obligación de administrar (o lo que es igual, cuidar) los bienes estatales, de todos. Sin embargo, algunos confunden función con privilegio y bajo ese pretexto atesoran sumas incongruentes con sus ingresos legales o viven por encima de sus posibilidades reales.

Señala la nota, que la huella más triste del fenómeno, sin embargo, no radica en las cuantiosas sumas que restan al peculio nacional, sino en el sinsabor, el sentimiento de impotencia ante la noción de que tales prácticas se reinventan, mutan (como los virus) en formas más complejas y, debido a su honda penetración en el pensamiento colectivo, son aceptadas por no pocos ciudadanos como normales y hasta necesarias al interés de ¿supervivencia? individual.

No pocas veces el proceder ilícito se traduce en casas suntuosas erigidas a la luz del día, fines de semanas en hoteles de lujo, frecuentes visitas a restaurantes de primera categoría y otros deleites, sin olvidar el tráfico de influencias, camino por el cual llegan varios miembros de una misma familia a puestos encumbrados.

Este artículo publicado en un medio oficial de la isla, describe, al menos de forma contable un fenómeno—la corrupción—que penetra muy adentro en la sociedad cubana y en la cual conviven tanto niños como adultos, en muchos casos con la habitual doble moral de que el más roba o desvía recursos es el encargado de su control, sobre todo cuando es un país con una economía centralizada y con todos los recursos en poder del estado, ese es el mal—tal vez no el mayor—de la economía socialista, pero en este caso con una gran incidencia en la sociedad y en la formación de sus valores.

Redacción PC con información de: Periódico 5 de Septiembre

 

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