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Periódico Cubano

Mario y Carla… y el alcohol

OPINIÓN

Mario y Carla… y el alcohol

Hay cosas que pueden destruir hasta la más leal y bella unión

Mario y Carla

No es esta una amistad común, Mario no es de los que fue con Carla a la escuela o a la disco. (Foto: Periódico Cubano)

Carla y Mario son amigos, desde que esta vino al mundo. Mario la vio por primera vez en el año 89, cuando ella salía en brazos de una enfermera que la arropó tras salir del vientre de su madre. A partir de entonces siempre han estado juntos. A lo largo de toda su relación han compartido bastante: los crudos momentos del Período Especial(aunque ella menos consciente), secretos, comida, el techo, la madrina de bautizo, casas en la playa, campismos, buenos consejos, situaciones tristes y alegres, en fin, toda una infinita lista de vivencias que los hacen muy unidos.

No es esta una amistad común, Mario no es de los que fue con Carla a la escuela o a la disco. Nunca jugaron a las escondidas, ni mataperrearon en el barrio. Cuando Carla nació ya él tenía para contar, su etapa infantil y de adolescente habían quedado atrás y asumía entonces serias responsabilidades, entre ellas su vínculo con esta nueva persona que llegó a su vida de forma inesperada.

Mario es muy trabajador, inteligente, jocoso, jodedor, maldito para él y diez más. A veces se las da de inventor, y le queda bien, pero casi nunca trasciende. Hay quien piensa que él pudo (y aún puede) llegar lejos con el cerebro que tiene, porque su forma de pensar, pese a la millonada de defectos que posee, es la justa para alcanzar grandes cosas. Podría vivir como un rey si quisiese, pero algo siempre lo agobia, lo aturde, lo estanca, lo transforma y saca lo peor de sí.

Bebió el primer trago de ron con más inocencia que pelos en el pecho. A ciencia cierta no recuerda la primera vez, pero fue muy temprano. Su maestro lo tuvo en la propia casa. Las reclamaciones de la madre hacia el padre eran en vano, el instinto machista de este, le inculcaba a su hijo que tomar y conquistar mujeres constituyen el principal ápice de hombría. Mario aprendió por el camino que ser hombre no depende de eso, pero no pudo despojarse de la enseñanza de su progenitor. Dicen que: “lo que bien se aprende nunca se olvida”.

Creció junto al alcohol sin saber que la dependencia lo arrastraría. Aún no es un alma en pena, de esas que no logras diferenciar si está lúcida o ebria, de esas que mendigan con la mano temblorosa para llevarse un trago a la boca. Todavía es un ser social decente, con un hogar, un trabajo y amigos, pero su futuro es incierto porque se deja llevar por un vicio que sólo podrá erradicar con su interés y la ayuda de otros.

Tiene una familia que lo quiere mucho, aunque en ocasiones él sienta lo contrario. Como padre no hay quien lo supere, su amiga Carla cree que es lo mejor que ha sabido hacer además de soldar y mecaniquear. Ella dice que Mario, pese a las situaciones que ha desencadenado por alcoholismo, se ha ganado su cariño, entre otros motivos por el hecho de estar presente y darle el frente a las circunstancias (de cualquier índole), porque su corazón es noble a pesar del genio que se manda. Carla sabe que él no puede vivir sin ella, por más que su orgullo le haga aparentar otra cosa.

Pero su adicción ha creado una abertura profunda. En un extremo Mario, y en el otro sus hijos, su esposa, sus padres y hermanos. La distancia los separa si bien comparten el mismo espacio. La comunicación se ha vuelto imposible porque él no escucha, porque no quiere darle el vuelco necesario a su realidad, porque pone una y mil justificaciones ante lo que hoy le hace tanto daño.

Carla le ha escuchado decir que el alcohol lo ayuda a aliviar el estrés, que le reduce las presiones de la cotidianidad, que lo hace olvidar los problemas. Y reconoce que el alcohol también lo pone violento, que le afecta su salud, que bajo su efecto hace cosas que jamás imaginó estando sobrio. He aquí el conflicto: se acepta y no lucha por cambiar.

La salida está en sus narices, pero la voluntad para buscarla le falla. Y lo triste es que Carla siente que pierde a un amigo, más que un amigo, un padre.

 

Artículo de opinión publicado bajo la Política de Renuncia de Responsabilidad de Periódico Cubano

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