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ETECSA, la empresa sin el motor del desarrollo

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ETECSA, la empresa sin el motor del desarrollo

Ninguna otra empresa cubana como ETECSA, es blanco de tantas críticas de la población e incluso de algunos medios de la prensa oficial. La ineficiencia en el desarrollo de las nuevas tecnologías, la política de precios y la lentitud de internet, son los cuestionamientos más comunes.

Finalmente, la compañía telefónica de Cuba, ETECSA, parece haber oído el clamor popular, ha mejorado su anterior oferta, beneficiando al usuario de su servicio y al país, que recibe más moneda dura por las recargas hechas en el extranjero.

Ninguna otra empresa cubana es blanco de tantas críticas de la población e incluso de algunos medios de la prensa oficial. La ineficiencia en el desarrollo de las nuevas tecnologías, la política de precios y la lentitud de internet, son los cuestionamientos más comunes.

Sin embargo, hasta ahora la empresa parecía impermeable al enojo de sus clientes, lo cual resulta bastante lógico cuando nada debe temer. Los cubanos no tienen alternativa porque ETECSA es la única empresa de telecomunicaciones de Cuba.

El control monopólico del mercado les permite actuar sin freno, estableciendo normas a su antojo. Esto ha derivado en que Cuba tiene un Internet de acceso muy limitado, con precios prohibitivos, increíblemente lento y con carísimas llamadas de larga distancia.

Tener el monopolio en su sector es el sueño de muchos empresarios privados pero algunos países capitalistas, como los EEUU, han emitido leyes para impedirles el control absoluto del mercado, protegiendo al resto del empresariado y al consumidor.

En el capitalismo, semejante actitud es lógica porque una de las motivaciones fundamentales de la empresa privada es generar los mayores beneficios económicos. Sin embargo, esa no debería ser la dinámica en el socialismo, donde las empresas estatales son propiedad de la nación.

Cómo podría explicar ETECSA que perteneciendo al pueblo le negara a ese mismo pueblo el servicio de telefonía móvil, durante años. Y que hoy, siendo una “empresa estatal socialista”, trate a los usuarios como consumidores a los cuales no se les debe ninguna explicación.

Una empresa del Estado debería velar por dar un servicio eficiente y barato a los cubanos, porque ellos son su razón de ser, más aún en el caso de las telecomunicaciones, un servicio público en el que la ciudadanía es a la vez usuaria y dueña de la empresa.

Sus cuentas deberían ser transparentes para que todo el pueblo sepa cómo utilizan el dinero. Sus planes de desarrollo del conocimiento público, con objetivos claros y plazos bien definidos para poder valorar la eficiencia de su dirección.

Dice Ignacio Ramonet que para que haya una verdadera democracia en el mundo deberíamos poder votar a los líderes de las grandes empresas, las que controlan la economía internacional, imponen sus estrategias y financian las campañas de los políticos.

Y en el caso de Cuba, el proceso democrático sería mucho más real si, además de rendir cuentas el delegado del barrio, también rindieran cuenta al pueblo los directivos de las grandes empresas estatales, algunas de las cuales influyen más en la vida de los ciudadanos que el Poder Popular.

Sería interesante conocer, por ejemplo, la opinión de la población sobre cómo desarrollar las telecomunicaciones en Cuba. Algunos creen que sería más inteligente autorizar la existencia de varias telefónicas estatales que compitan entre sí.

Es verdad que se dispersaran los recursos, pero no es menos cierto que esa competencia las obligaría a ser más eficientes para reducir sus costos y ofrecer un servicio más barato y de mayor calidad. El gran ganador sería justamente el pueblo-dueño de esas empresas.

Los ortodoxos no tienen de qué preocuparse, los padres del socialismo dijeron que los medios fundamentales de producción deben pertenecer al Estado, pero nunca aconsejaron convertirlos en empresas monopólicas, con el control absoluto del mercado nacional.

Es más, si mal no recuerdo, el materialismo dialéctico sostiene que la contradicción es el motor del desarrollo. Si se aplicara este principio marxista al sistema empresarial cubano tal vez se lograría medios de producción y servicios más eficientes que los actuales.

Tomado de: Blog cartas desde cuba (autor Fernando Ravsberg)

 

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