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Periódico Cubano

Haydée Milanés celebra el 109 aniversario del nacimiento de Bola de Nieve

FARÁNDULA

Haydée Milanés celebra el 109 aniversario del nacimiento de Bola de Nieve

Ignacio Jacinto Villa–El Bola– nació en la ultramarina villa habanera de Guanabacoa el 11 de septiembre de 1911

Ignacio Jacinto Villa–Bola de Nieve– nació en la ultramarina villa habanera de Guanabacoa el 11 de septiembre de 1911, ciudad de una tradición musical de altura, cuna de Rita Montaner y Ernesto  Lecuona.

Su tía abuela lo matriculó en la academia municipal. Se llamaba Mamaquina y decía que tenía que ser artista, según su adivinación.Gracias a ella inició los primeros estudios en una escuelita particular y, también alentado por ella, a los 12 años comenzó clases de solfeo y teoría musical. Primero pensaron en la flauta, que resultaba de fácil entrada en cualquier conjunto y resolvía necesidades, luego en la mandolina, pero el piano decidió su destino.

Según contaba Ignacio, a Rita Montaner le hizo gracia verlo rapado y tan negro, y en público lo llamó Bola de Nieve. A la gente presente le gustó el apodo y fue suficiente para perpetuarlo. “Fui acompañante de Rita porque no había otro que lo hiciera en ese momento, sin ninguna idea de que fuera a ser solista ni mucho menos. Todo esto sin que nadie me conociera, sin saber si era bueno, malo, regular…si era artista o no. Era el pianista de Rita Montaner única y exclusivamente. Y fuimos a México y en México seguí siendo su pianista y ahí el mote de Bola de Nieve se popularizó”.

Vestido de impecable etiqueta, elegante, Bola de Nieve expresó el espíritu de la música popular cubana. En pianos de cola, en fastuosas salas de concierto, siempre salían de sus manos sobre el teclado, y de su voz, los aires del cajón sonado en las calles de su Guanabacoa natal.

El Bola no creó, sino que fue él mismo, un estilo único, tal vez irrepetible. Llevaba en sí esencias ancestrales que fundió en una expresión singular. Su voz, su manera de tocar el piano, sus gestos teatrales y su forma de interpretar las creaciones propias o de autores nacionales y extranjeros le dieron un sello atractivo y original que llevó por todo el planeta. Por todas partes anduvo más de una vez, y siempre le pedían que regresara.

Poseedor de los misterios de la técnica musical, gozó además de una cristalina personalidad y una mezcla encantadora de alta cultura y sencillez de pueblo. No creía en la improvisación y decía que no había trabajado en teatro por hobby ni por récord, sino por aquello de que había que comer y hay que trabajar. “Yo no me creo compositor, ni me respeto como tal, de las cosas que así me salieron, cancioncitas de esas baratas que yo hago, algunas han gustado. Yo creo que la palabra compositor es demasiado seria y respetable. Yo he hecho cancioncitas”…Así era de humilde. Lo cierto es que Edith Piaf se sorprendía porque nadie podía interpretar como él su canción La vie en Rose, y Andrés Segovia afirmaba que escucharlo era como asistir al nacimiento de la palabra y la música. Sobre sus composiciones también llovieron los elogios, pero son composiciones que sólo él podía y podría cantar, en una extraña y subyugante simbiosis.

Murió en México a las 5 de la madrugada del 2 de octubre de 1971. Fallecía, curiosamente, en la misma ciudad en que había nacido para el mundo del arte como Bola de Nieve.

Según un periodista mexicano, al llegar al Distrito Federal “traía su sonrisa de siempre y nadie podía percatarse de que no vería el sábado mexicano, ni actuaría el domingo en Lima, ni jamás miraría a su Cuba, ni cantaría a su Habana».

El día antes de su muerte, Bola recorrió la capital mexicana, realizó visitas a artistas y admiradores. Se veía alegre, bromeaba, contaba anécdotas. Habló de sus planes futuros y de las actuaciones que le esperaban en Perú.

A las 10 de la noche decidió retirarse, diciendo: “mañana quiero levantarme bien temprano, pues me espera un día de mucha actividad”. El asma y la diabetes lo acechaban.

En enero de 1969 se le detecta una cardiopatía arterioesclerósica. En 1970, sufre un infarto cardíaco. Aún así, tenía humor para declarar: “los trastornos que me está ocasionando la diabetes no me incapacitan para continuar martirizando al piano y a mi público”.

Desaparecía físicamente el hombre sin voz que se había adueñado de escenarios y de públicos en los más famosos y en los más recónditos lugares. El hombre que era en sí una espectacular y efectiva síntesis de personalidad, voz y piano. Aquel al que su magia, que le nacía natural desde adentro, había hecho para siempre inigualable, imprescindible.

El hombre que, en un momento de confesiones, diría, “todo es bueno en la vida cuando uno cree o se engaña creyendo que está haciendo arte”, y, en otro momento, “yo no tengo fanáticos, devotos es lo que tengo yo. ¿Por qué?…porque yo soy la canción; yo no canto canciones ni las interpreto. Yo soy”. Y mucha razón que llevaba el Señor Bola de Nieve.

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1 Comment

1 Comment

  1. Juana Perez

    25 mayo, 2018 - 4:45 PM at 4:45 PM

    tremendo pianista , y de mucha elegancia.

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