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De cuando la actriz Josephine Baker estuvo en La Habana

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De cuando la actriz Josephine Baker estuvo en La Habana

La diva y su show, mezcla de jazz, dadaísmo y cubismo, estuvieron en La Habana más de una vez

Josephine Baker estuvo en La Habana

En su segunda visita a La Habana, le habían alquilado cuatro habitaciones en el Hotel Nacional de Cuba, pero un empleado con voz impávida le comentó: “Para la señora no hay habitaciones, todas están ocupadas”. (Captura de pantalla © BBC News – YouTube)

Para Josephine Baker, elogiada y ensalzada por ser la primera mujer afroamericana en protagonizar una importante película, Zouzou, así como en formar parte de una sala de conciertos en Estados Unidos y en convertirse en una animadora de fama mundial, su origen nunca había sido un impedimento hasta el día en que llegó a La Habana, capital de Cuba, en 1950.

Siempre tuvo predilección por la Mayor de las Antillas. En París, conoció a varios músicos cubanos, gracias a los cuales incluyó en su repertorio Ay, Mamá Inés, de Eliseo Grenet; El Manisero, de Moisés Simons y Anoche soñé con la luna, de Orlando de la Rosa.

La diva y su show, mezcla de jazz, dadaísmo y cubismo, estuvieron en La Habana más de una vez. Llenó teatros, grandes y pequeños, como el América, en la Avenida Galiano, con un espectáculo en inglés y en francés, idiomas que la actriz estadounidense, nacionalizada francesa, dominaba a la perfección. En la revista Bohemia, por aquella época, se la consideraba “el cartel teatral del año” y se decía que “aunque nadie entendió la letra de sus canciones, no hubo un solo criollo que no riera la gracia universal de sus chistes”.

La gran vedette, conocida como Platanito ‒debido al atuendo que usó y por el que ha sido mundialmente reconocida: algunos collares, plumas y una hilera de platanitos rodeándole la cintura‒, realizó contribuciones al movimiento por los derechos civiles. Se dice que le ofrecieron el liderazgo no oficial del movimiento civil, tras la muerte de Martin Luther King, pero lo rechazó. Colaboró con la causa de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, lo que le mereció la Croix de guerre, insignia de la Legión de Honor.

Sin embargo, en 1952, en su segunda visita a La Habana, su agente, desde París, había alquilado cuatro habitaciones en una instalación tan prestigiosa como el Hotel Nacional de Cuba, o al menos eso suponían. Al llegar, según se describe en el libro Hotel Nacional de Cuba: Revelaciones de una leyenda, nadie la estaba esperando, y un empleado, tomándose todo el tiempo del mundo, le dijo con voz impávida: “Para la señora no hay habitaciones, todas están ocupadas”.

Sorprendidos ante la situación, miraron a su alrededor y se encontraron un grupo que perfectamente pudiera ser clasificado como WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant; blanco, anglosajón y protestante). En el hotel todos eran blancos; sin embargo, en ningún anuncio se promocionaba el hotel como Whites only.

Josephine y su equipo intentaron, infructuosamente, hablar con el gerente y con quien sí contactaron fue con un periodista del Diario de la Marina, por entonces un afamado periódico, y este, a su vez, puso al tanto de lo sucedido a otros amigos, prestigiosos artistas.

Las declaraciones de la vedette del cabaret más famoso de la capital francesa, Folies Bergère, sobre el rechazo que recibió, fueron publicadas en algunos medios, mientras que otros prefirieron guardar silencio. La gerencia del hotel no se pronunció al respecto, aunque este no fue el único de los escándalos en los que se vieron envueltos por actitudes de este tipo.

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