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Periódico Cubano

La Milagrosa: protectora de las madres e hijos de Cuba

HISTORIA DE CUBA

La Milagrosa: protectora de las madres e hijos de Cuba

Según cuentan, la desgracia caerá sobre los hermanos que se casen el mismo día

Tumba de La Milagrosa en el cementerio de Colon en Cuba

La estatua de la tumba representa a una mujer vestida con una larga túnica, que carga en uno de sus brazos a un niño. (Foto: Periódico Cubano)

El Cementerio de Colón, el más importante de La Habana, es conocido por las historias fascinantes de sus tumbas y de quienes en ellas descansan. Uno de los sepulcros más visitados es el de Amelia Goyri de la Hoz, conocida en el imaginario popular como La Milagrosa. Sin buscarlo, la joven se convirtió en una “santa” venerada por los cubanos después de su trágica muerte.

Todo comenzó con una historia de amor imposible. Desde temprana edad, Amelia se enamoró apasionadamente de su primo segundo José Vicente Adot Rabell, quien también sentía lo mismo por ella. La joven, nacida en el seno de la burguesía habanera en 1877, no contaba con el apoyo de sus padres, pues creían que su hija merecía un esposo más distinguido, que la ayudara a ascender en su posición social. Aun así, los jóvenes deciden continuar con su relación en secreto.

Con la muerte de su madre, Amelia quedó al cuidado de su tía, Doña Inés, quien estaba casada con Don Pedro de Balboa, Marqués de Balboa. Vivía en una inmensa mansión en la ciudad de intramuros, de la que apenas podía salir a encontrarse con su amado.

José Vicente decide marcharse a los campos y se une en las tropas mambisas en las luchas por la independencia. Durante todo ese tiempo la pareja se mantuvo separada, hasta que termina la Guerra del 95 y el joven regresa como capitán del Ejército Libertador. Aunque la familia de Amelia apoyaba al gobierno colonial, José Vicente se llena de valor y pide oficialmente la mano de su enamorada.

Tras años de espera, los jóvenes logran casarse el 25 de junio de 1900, y en los siguientes meses recibieron la noticia de que tendrían un hijo, pero la felicidad les duró poco. Casi a punto de lograr el embarazo, Amelia muere repentinamente como consecuencia de un ataque de eclampsia, el 3 de mayo de 1901, a la edad de 24 años. Su bebé tampoco logró sobrevivir.

Aunque su familia insistió en que el cuerpo fuese enterrado en el lujoso panteón de los Marqueses de Balboa, José Vicente se negó y prefirió sepultarlo en la bóveda de un amigo. Más tarde, solicitó los servicios del artista cubano José Vilalta, quien vivía en Italia, para que realizara una escultura en honor a su amada.

La estatua representa a una mujer vestida con una larga túnica, que carga en uno de sus brazos a un niño, mientras se apoya con el otro en una cruz latina. Día tras día, José Vicente visitó durante años la tumba de su esposa. Los curiosos lo venían ir y venir religiosamente y comenzaron a imitarlo.

A partir de 1909, con la colocación de la escultura, su sepulcro llamó aún más la atención de los devotos, quienes santificaron la figura de Amelia hasta convertirla en La Milagrosa, un símbolo de la maternidad. Hoy día continúan llegando a su panteón todo tipo de visitantes: curiosos, incrédulos, turistas, historiadores, enamorados y, sobre todo, mujeres que piden poder concebir, buenos partos o por la salud de sus hijos.

También entre los ciudadanos existe otra creencia asociada a la joven, aunque es menos conocida y esperanzadora. Según cuentan, la desgracia caerá sobre los hermanos que se casen el mismo día, pues Amelia Goyri y su hermana María contrajeron nupcias en la misma fecha y ambas quedaron embarazadas y murieron antes de dar a luz.

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