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Díaz-Canel, la primera dama y el beso de la muerte
Durante la jornada del 26 de julio el sucesor de Raúl Castro y su esposa acudieron a un “trabajo voluntario”
El mandatario cubano Miguel Díaz-Canel y su esposa, la primera dama de la nación, Lis Cuesta, acudieron a un trabajo voluntario en la UEB Granja Boyeros en Fontanar. El propósito de la campaña de marketing con múltiples fotos y videos es hacerlos ver como gente de pueblo que en un día feriado “trabajan” en los surcos para producir comida.
Sin embargo, una de esas tantas instantáneas que han sido publicadas deja ver como en un acto irresponsable Díaz-Canel se baja su nasobuco -y a pesar de ser un espacio abierto- besa la parte exterior de la mascarilla de su mujer, misma superficie en la cual se supone que se queden atrapadas todas las partículas del virus.
La foto bien pudiera servir como evidencia para una multa por incumplimiento de los protocolos sanitarios tal y como se le ha impuesto a muchos manifestantes en las protestas del pasado 11 de julio que por tener su nasobuco mal puesto han tenido que pagar entre 2.000 y 3.000 pesos de multa.
Pero, quizás la parte más dañina que muestra el sucesor de Raúl Castro es la baja percepción de riesgo que tiene sobre el COVID-19. Muchos se preguntan como es posible que un hombre que presume de ser un ingeniero instruido con títulos de maestría y doctorado puede hacer semejante acto de irresponsabilidad.
Acaso no sabe el presidente que las partículas de COVID-19 quedan atrapadas en el exterior del nasobuco y que incluso se recomienda que al retirarlo de la cara nunca se toque ni con las manos la parte exterior de este. El biólogo cubano Amílcar Pérez Riverol recomienda que para reutilizarlo deben ponerlo al aire libre y esperar 4 días.
Por otra parte, la utilización del nasobuco se recomienda de forma permanente aún después de estar vacunados. Ningún alto dirigente de la cúpula cubana se ha visto vacunado en la televisión nacional, sin embargo, no se descarta que la mayoría de ellos fueron inmunizados meses atrás con la vacuna rusa Sputnik V, mucho antes de que los candidatos vacunales cubanos llegaran a fases de estudios avanzadas.
Los defensores de Díaz-Canel argumentan que es un “hombre amoroso” y que ese sentimiento no se puede ocultar aun cuando implique una violación del protocolo sanitario.
En realidad, se trata de una ofensiva campaña de marketing para intentar su subir los niveles de popularidad del mandatario sobre cuyos hombros el pueblo cubano carga toda la responsabilidad del desastre económico, sanitario y alimenticio que vive Cuba.