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Los años de la inocencia

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Los años de la inocencia

Cuba, los 90´, una crisis y la ingenuidad

Los años de la inocencia en Cuba

Recuerdos que van y vienen, que llegan como flashazos, y algunos se quedan hasta que ella aterriza otra vez en la realidad. (Foto: Periódico Cubano)

Ella todavía recuerda aquella época. La imagen es borrosa, pero fija, la misma de siempre: una niña de apenas tres años caminando por un fino sendero rodeado de matojos; lleva un frasco plástico en sus manos para ayudar a la madre que también sostiene otro. Ve flores, flores amarillas que luego supo se llamaban Caldo Santo, y que en más de un intento quiso poseer, pero las espinas no la dejaban.

Cruzan la línea del tren, bordean un cañaveral donde solo se escucha el roce de las afiladas hojas y sus pasos apresurados. Oyen un sonido constante, luego aparece una maquinaria abandonada que se empeña en decir que fue útil hasta hace poco, y al fin el cartel con el nombre que entonces ella no podía leer, pero su madre no dejaba de mencionar como símbolo de la llegada: Cooperativa de Producción Agropecuaria Romárico Cordero.

Dos pomos repletos hasta el tope de guarapo. Más de un kilómetro cortando camino por el monte para llegar al único lugar que podía endulzarles la vida. Ella no recuerda exactamente cuántas veces tuvo que ir en busca de aquel líquido, que más tarde su abuelo procesaba para obtener la melaza, que suplió por mucho tiempo la ausencia del azúcar. La memoria le falla, han pasado algunos años, pero no ha logrado olvidar la sensación de felicidad que sentía cuando le anunciaban una salida de aquel tipo.

Era la niña linda de la casa, hija única, de padres y abuelos muy jóvenes. Nació en un pueblito que no está en el mapa, pero por él pasa una línea de ferrocarril y una calle que conecta a otros poblados. Poco después de ella nacer vino la crisis, los alumbrones, las escaseces, la incertidumbre, las noches de abanico en mano para que no le picaran los mosquitos. En su hogar nunca se renunció a nada, el cuadro de Fidel fue retirado de la pared por deterioro, no por flaqueza, y sus abuelos siguieron asistiendo a las reuniones del Partido aunque hubiesen pasado toda una noche en vela cuidando un horno de carbón o atendiendo el parto de una puerca.

La comida no le faltó, ni se percataba si el sabor era bueno o malo, o si las panochas que solían hacer en casa eran resultado de la creatividad a la que siempre había que apelar por obligación. Fue una época difícil, pero ella la inmortaliza con felicidad y nostalgia porque fue parte de su niñez; porque mientras su familia hacía peripecias para sobrevivir, ella jugaba a las casitas, y respiraba el aire puro del monte cuando acompañaba a su padre a cortar leña para cocinar, o enérgicamente expulsaba un grito de “¡Viva Fidel!” cuando llegaba la corriente luego de largas horas, aun sabiendo que fue el apagón que le frustró la única tanda de animados, a las 6 y 30 pm.

Recuerdos que van y vienen, que llegan como flashazos, y algunos se quedan hasta que ella aterriza otra vez en la realidad. Pasajes ya difusos, raídos por el tiempo, por el acumular de experiencias que ya dejó de vivir con inocencia.

 

Artículo de opinión publicado bajo la Política de Renuncia de Responsabilidad de Periódico Cubano

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1 Comment

1 Comment

  1. Pedro

    1 enero, 2019 - 7:03 PM at 7:03 PM

    Suerte que tuvo ella de ser niña en los años 90. Yo tenía 23 años a principio de los 90 y fue la época más mala y oscura de mi vida. Los apagones de 16-18 horas, el agua con azúcar en vez de leche para el desayuno, acostarte con hambre, el calor, los mosquitos, las ganas de meterle a cada comunista un tiro en la cabeza….

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