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Una larga noche en La Habana: el viernes 25 de noviembre de 2016 que murió Fidel Castro

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Una larga noche en La Habana: el viernes 25 de noviembre de 2016 que murió Fidel Castro

“Hoy a las 10 y 29 horas de la noche, falleció el comandante en jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz…”, anunció su hermano Raúl y la bulliciosa capital cubana entró en profundo silencio; Cuba cerraba así el capítulo más importante de su azarosa historia

Entierro de Fidel Castro

El 25 de noviembre de 1956, el jefe-dictador de la Revolución murió en su retiro habanero. (Foto: Captura de pantalla)

La noche en La Habana, el viernes 25 de noviembre de 2016, tenía algo distinto. Se podía oler en el aire, se podía intuir en una presencia, imperceptible para el visitante, pero casi evidente para sus acompañantes, de agentes de la seguridad del estado en las calles. Así lo hizo saber la amable anfitriona: “Se me hace raro que hayan cancelado actividades (entre otras un concierto y un festival organizados por grupos civiles de la isla). Algo está pasando”. La respuesta llegaría poco después.

No obstante, en los centros nocturnos del rumbo del malecón aún había decenas de clientes bebiendo y oyendo conjuntos tocando con la enjundia habanera salsa, merengue y chachachá. La situación cambió abruptamente cuando, cerca de la media noche, por la radio y la televisión, el presidente Raúl Castro, con voz que apenas denotaba alguna emoción, dijo:

“Con profundo dolor comparezco para informar a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo que hoy, 25 de noviembre de 2016, a las 10 y 29 horas de la noche (sic), falleció el comandante en jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz…”.

Eso lo explicaba todo. Los anfitriones sugirieron que mejor nos retiráramos para evitar problemas. Cuba cerraba un capítulo, quizá el más importante de su historia azarosa, que le llevó a ser la última nación americana en lograr su independencia de España (1898), aunque cayó cedida por esta nación a los Estados Unidos hasta 1902, en que se declaró libre y soberana.

A los 90 años de edad y a 60 de la revuelta que comenzó en Sierra Maestra con 82 guerrilleros que a bordo del Granma, un viejo yate adquirido en Tuxpan, en el Estado de Veracruz, México, salieron rumbo a la isla —coincidencias de la vida— el 25 de noviembre de 1956, el jefe-dictador de la Revolución murió en su retiro habanero.

Raúl, el hermano cinco años menor de Fidel y su heredero en la presidencia del Partido Comunista de Cuba y en la jefatura del Estado, el mismo que fue su brazo derecho toda la vida y que se encargó con él y con el Che Guevara de organizar, en el poblado mexicano de Chalco, Estado de México, la revuelta que derrocó a Batista en 1959, hizo el anuncio que muchos temían que llegara.

Comenzaba una larga noche. Las calles de La Habana Vieja solo albergaba en alguna esquina a jóvenes travestidos en espera de clientes y a alguno que otro transeúnte que se apresuraba a llegar a casa.

Hallar un taxi era tarea complicada, pero el grupo del visitante pudo localizar por el celular, después de varias llamadas (el servicio en Cuba no es de los mejores) a quien unas horas antes los había trasladado desde el sitio donde se hospedaba el periodista hasta el majestuoso Hotel Nacional para iniciar lo que se esperaba una noche de diversión que proyectan terminar en el malecón cuando ya el sol estuviera desperezándose en el horizonte, por el rumbo de El Morro.

Sobre la ciudad, el silencio. En el ánimo del reportero, una mezcla de sentimientos. La suerte del periodista lo había puesto en el sitio y en la hora adecuados para ser testigo de un acontecimiento de relevancia mundial. Por las redes (trabajosamente y solo por momentos en una vieja laptop), llegaban las reacciones en el mundo ante el suceso que no por esperado (todo el mundo sabía de la precaria salud del comandante) fue menos impactante.

Las horas que siguieron fueron de insomnio. Apenas clareó el día y contra las advertencias de los anfitriones, el reportero salió a caminar las calles de La Habana Vieja. En una esquina, por cinco centavos de CUC compro un buchito —el negro café cargado de azúcar que beben todo el día los isleños— que espantó el sueño acumulado, y se dispuso a ser testigo de la historia. Ya el motivo que lo llevó a la isla no importaba…

 

Artículo de opinión publicado bajo la Política de Renuncia de Responsabilidad de Periódico Cubano

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1 Comentario

1 Comment

  1. Manuel

    26 noviembre, 2018 - 3:02 AM at 3:02 AM

    Fue ujna buena de suma importancia para el mundo y para la historia, el fin de una dictador, que como muchos, mueren en la cama sin haber pagado por sus actos.

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