El dilema del nunca acabar con las galletas de sal

La poca calidad en los productos alimenticios que se expenden en los establecimientos estatales del país, es un tema que viene acechando de forma negativa la vida cotidiana del ciudadano de a pie. Dentro de las dificultades alimenticias, con una alta demanda ciudadana, se encuentran las galletas de sal, producto elaborado a base de harina de trigo, sal, agua y levadura que en la actualidad se ha convertido en un dilema para quienes la adquieren para ayudar en la dieta diaria, en particular la merienda escolar de los niños.

Por lo general se comercializa en los conocidos Mercados Ideales (MAE) de la rama de comercio interior, a un precio de 25 pesos cup y  su desaparición por temporadas y el poco abastecimiento que se realiza hacen que la población muestre insatisfacción y en ocasiones rechazo debido a la mala calidad cuando se sacan a la venta.

Para cualquier persona que tenga hijos estudiando en centros escolares las demandadas galletas de sal, son de gran utilidad a la hora de prepararles la merienda escolar en cualquier época del año, puesto que no todas las familias cuentan con la posibilidad de acceder a otras opciones y muchos, dependen del desabrido y mal elaborado pan normado que a diario reciben (solo uno por persona) por la mal llamada libreta de abastecimiento.

En Güira de Melena, uno de los once municipios que conforman la joven provincia Artemisa, esto se ha venido convirtiendo en algo preocupante para muchas familias, ya que desde que desapareció de las escuelas de esta demarcación la conocida “merienda escolar” para estudiantes que cursaban la secundaria básica, se les asignaba para todo un día de docencia -de casi ocho horas- un pan con embutidos de “carne” y una bolsa de yogurt que; en la mayoría de las ocasiones llegaba a sus manos en estado de descomposición por falta de refrigeración.

Esta fue una idea, de principios de la nueva centuria, del difunto dictador Fidel Castro, en su personal “Batalla de Ideas”, programa que resultaba provechoso y ventajoso para los papás de aquellos que pertenecían a las zonas rurales del municipio y por cuestiones de poca solvencia económica, se les dificultaba aún más garantizarles la alimentación adecuada a sus críos.

Volviendo a la galleta, se puede decir que meses atrás, la podías adquirir en los establecimientos de la red minorista de comercio y gastronomía del territorio, los precios del estuche oscilaban según el peso del mismo, los de 500 g se comercializaban por un valor de 12.50 pesos y el de 1 kg a 25 pesos cup, lo cual resultaba ventajoso para muchas familias que al menos tenían la opción de elegir -según su estado financiero- cual comprar.

Ahora, la posibilidad de compra se esfumó, cuando las sacan a la venta, resultan ser paquetes de 1 kilogramo, que; a pesar de no contar con el peso correcto -lo cual ya de por sí constituye una violación al consumidor- para colmo no tienen la calidad requerida y se comercializan en ocasiones mal cocidas y zocatas.

De esta problemática nadie escapa, solo que cuando pides una explicación al dependiente –el administrador no da la cara- sobre el porqué del mal estado del producto, solo dicen que vinieron así de la fábrica, ignorando incluso que el que pregunta es un ciudadano que al igual que todos necesita de esas galletas para resolver la merienda de sus hijos en el país donde la culpa de los problemas tiene alas.